Elisa CAMPO

En China está tomando forma el museo de cerámica más grande del mundo, y ellos son dos de los elegidos para participar en él. Ángel Domínguez-Gil y Jesús Castañón, profesores de la Escuela de Cerámica de Avilés, son los únicos asturianos que participarán en este proyecto que, por sus dimensiones y relevancia, podría ser obra de un emperador. Una «selección nacional» formada por veinte ceramistas españoles se desplazará durante el mes de agosto a la región china de Shaanxi, a un pueblo que dista en 80 kilómetros de Xian, la ciudad de los guerreros de terracota. Allí participarán en una peculiar «olimpiada» mundial donde el objetivo no es competir, sino realizar los contenidos del Centro Internacional de Artes Cerámicas de la ciudad de Fuping.

Este gigantesco museo, donde las obras destinadas a los pabellones de los distintos países todavía tardarán varios años en concluirse, es el sueño de un multimillonario que empezó de la nada. Xu Dufeng nació en una casa dentro de una cueva en el norte de China, y desde 1980 comenzó a extraer arcilla cruda de la tierra, que transportaba luego en su tractor de tres ruedas para venderlo en Xian, en los talleres de cerámica. La suerte le sonrió, y hoy es el dueño de una de las fábricas de ladrillo y azulejo más grandes de la región. Hace cuatro años que inició su proyecto de invertir parte de su fortuna en el Centro Internacional de Artes Cerámicas cuyas salas exhibirán piezas contemporáneas obra de los principales artistas de todo el mundo. El amor que siente por la cerámica explica la enorme inversión que está realizando.

Los artistas franceses fueron los primeros en realizar contenidos para «su» pabellón, que fue el primero en inaugurarse. La idea consiste en tener, en el año 2010, galerías que presenten la obra de artistas de Europa, América del Norte, Asia y África. Y ahora, en agosto de 2008, les corresponde el turno a los españoles. Xu Dufeng corre con todos los gastos de estancia de los ceramistas, que se albergan en un hotel construido ex profeso. Y en las semanas que pasan en esta región del norte de China, realizan las piezas que se incorporarán al museo de su país. Lo único que deben de costear los ceramistas es el viaje hasta Shaanxi.

«Yo llegué un día a la escuela y escuché decir a Jesús que igual se iba a China. Yo lo miré pensando ¡qué suerte!». Lo que Ángel Domínguez-Gil no podía sospechar en ese momento es que una semana después recibiría la misma invitación. «Jesús, yo creo que también me voy a ir a China», le dijo entonces. Como un «cúmulo de casualidades» describen estos dos artistas la oportunidad que ahora se los ofrece. Hay muchos ceramistas buenos en Asturias, reflexionan. «¿Por qué Ángel y yo y no Pepe y Manolo? Es todo un acontecimiento, aunque yo quiero tomármelo como algo normal», señala Castañón. Y Domínguez-Gil añade: «No somos los pilares de la cerámica española. Creemos que el comisario quiere contar con generaciones más jóvenes que ya tienen un bagaje en lugar de con los artistas más consagrados»

Quien se encargó de ficharlos fue Chi Hsu, que es el comisario que trabaja para Xu Dufeng. Una vez que se puso en contacto con ellos, le enviaron dossieres con su obra y recibieron la invitación formal. Lo siguiente fue comprar los billetes, tarea nada fácil teniendo en cuenta la coincidencia de su viaje con la celebración de los Juegos Olímpicos en Pekín. Jesús Castañón conoce a la mayoría de los ceramistas españoles que viajarán en agosto, y entre ellos está una nacida en Taiwán, Feng-Feng Lo Chien, que les facilitó mucho la tarea, además de conseguir alojamiento en Pekín. Ahora sólo les queda encontrar cama en Shan-ghai, donde tienen que hacer parada en el viaje de ida. «Los hoteles están a tope y los precios por las nubes, señala Castañón.

Los dos ceramistas comparten lugar y año de nacimiento, Gijón, 1956, y ahora están a punto de entrar juntos en la meca de cualquier ceramista. «La civilización china es la que perfeccionó más la cerámica», señala Ángel Domínguez-Gil. Ven esta oportunidad como «una recompensa a muchos años de trabajo, a una coherencia y a una filosofía de vida». En torno suyo se está generando un tejido de apoyos, no sólo con sus familias, amigos y compañeros de la Escuela de Cerámica, sino también por parte de las instituciones. «Podemos seguir trabajando gracias a todos ellos, por eso esta oportunidad es algo para compartir», explica Domínguez-Gil. Tanto el Ayuntamiento de Avilés como la Consejería de Cultura están interesados con apoyar esta iniciativa. «Ven que es de interés artístico para la región», explican.

Ambos trabajan ahora para inaugurar una exposición conjunta en Vértice, el 12 de junio, pero ya preparan las maletas dispuestos, en palabras de Castañón, a «olfatear», a «ser esponja», que dice Domínguez-Gil. A estas alturas de la vida no tienen pensado aprender chino, pero sí quieren absorber otras formas de trabajar, coincidir con artistas de otros países, dejarse llevar por la «bola de nieve» que es cada oportunidad y dejar huella en el que está llamado a convertirse un referente mundial de la cerámica.