Francisco L. JIMÉNEZ

Tarik Laasri, el inmigrante marroquí sin trabajo ni techo que inició en la madrugada del lunes una huelga de hambre para reivindicar su derecho a ganarse la vida «honradamente», depuso ayer a mediodía su protesta tras hablar con la concejala de Servicios Sociales de Avilés, Purificación García, y convencerle los términos en que ésta le dijo que puede ayudarle el Ayuntamiento. La proposición de la edil consiste en prolongar hasta el día 7 de enero el tiempo de estancia de Tarik Laasri en el albergue municipal de Sabugo, gestionarle una ayuda económica de emergencia y proporcionarle asesoramiento para una posible incorporación laboral. «Lo mismo que hubiéramos ofrecido a cualquier otra persona en la situación de este chico», recalcó Purificación García. El marroquí agradeció el interés de las autoridades avilesinas por su caso, aunque dice tener pocas esperanzas de que su situación vaya a ser mejor que la de ahora tras la Navidad.

Tarik Laasri, quien lleva varios días durmiendo al raso por las calles de Avilés, se «mudó» la medianoche del domingo a los arcos del Ayuntamiento para iniciar su protesta. La sencillez presidía su improvisada morada: un edredón, un paraguas y una mochila con objetos personales. Ni siquiera una pancarta que explicase el porqué de su acción; sencillamente, él y su circunstancia. Arrebujado en el edredón y protegido del frío de la noche por una gorra y un anorak, el marroquí se hizo un ovillo y trató de conciliar el sueño. Así comenzó la huelga de hambre de Tarik, que en realidad había ingerido el último bocado muchas horas antes: «Lo último que comí fue el sábado: un pincho de pollo y un Cola Cao. Lo que se dice comer caliente no lo he hecho desde el viernes», explicaba ayer por la mañana. A esa hora del día su intención era resistir los calambrazos del hambre ingiriendo agua con azúcar.

El buen corazón de los avilesinos quedó una vez más de manifiesto en cuanto LA NUEVA ESPAÑA dio a conocer la protesta de Tarik Laasri. El propietario de un restaurante mexicano de la calle Rivero telefoneó a este diario para saber cómo contactar con el marroquí a fin de ofrecerle la posibilidad de comer gratis hasta que encuentre un medio de vida. El comunicante no había reparado en que el medio que Tarik Laasri había elegido para llamar la atención sobre su caso era, precisamente, una huelga de hambre. Aún así, insistió en su ofrecimiento.

Tarik Laasri comentaba, ya por la mañana, que apenas había dormido porque el frío durante la noche había sido intenso. El color violáceo de sus manos temblorosas ahorraba cualquier explicación al respecto. «Físicamente estoy bien, al menos mejor que de la cabeza», explicaba para dar a entender lo mal que se siente por verse tan hundido: sin techo, sin dinero y sin trabajo.

Aparte de una patrulla policial que no puso objeciones a la presencia del huelguista a la puerta del Ayuntamiento, dos de las primeras personas que abordaron a Tarik para interesarse por las razones de su protesta fueron la alcaldesa, Pilar Varela, y la concejala Purificación García. «En principio me dijeron que podría estar tres días más en el albergue, pero esa solución no me vale. ¿Y después de esos tres días, qué?», razonaba Laasri.

Horas más tarde, Tarik vio un rayo de esperanza: «Me llamó la concejala de Servicios Sociales y me dijo que podría usar el albergue hasta el 7 de enero, que iban a tramitarme una ayuda de emergencia y que me asesorarían para buscar un empleo. Ese planteamiento sí que me parece justo y por eso decidí dejar la huelga». Y así, doce horas después, Tarik levantó el campamento y se dispuso a salir del pozo en que ha caído.

«Los último que comí fue el sábado: un pincho de pollo y un Cola Cao»

«Me perece justo lo que me plantea la concejala de Servicios Sociales: un techo provisional, una ayuda de emergencia y asesoramiento para encontrar trabajo»

<Tarik Laasri >

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