Doña Bibiana ha ido demasiado lejos en su afán por hacer una España «neutra», hasta el punto de feminizar lo infeminizable (sí, es una licencia que me he permitido), cosa que me parece sinceramente superflua, por la simple razón de que no radica en el lenguaje el problema de discriminación por razón de sexo (o género) en este país.

Tengo que reconocer que no tengo un especial interés en seguir las intervenciones de esta ministra porque termina poniéndome de mal humor. Ni siquiera pienso, como le sucede a parte de la población, que este fenómeno, que algunas publicaciones han empezado a llamar «Bibianadas», sea una cortina de humo para despistar a la población de temas de mayor importancia; simplemente creo que la señora Aído tiene una tendencia a sacar las cosas de quicio cuando lo único que, a mi juicio, habría que hacer es buscar el término medio que permita que cada cual ocupe el lugar que le corresponde.

Llevamos mucho tiempo quejándonos del machismo imperante en la sociedad y lo que realmente parece es que doña Bibiana ha decidido cambiarlo por el feminismo, algo que, llevado al extremo, es tan malo como el propio machismo.

Desde que el castellano es lo que, más o menos, es ahora, y digo más o menos porque las lenguas son ciencias vivas y, como tal, tienen un desarrollo que hace que se modifiquen con el tiempo. Pero lo lógico es que esas variaciones se produzcan porque el pueblo que las usa evoluciona y se van admitiendo nuevos términos medida que el progreso los reclama. Pero que llegue una señora y se empeñe, ella sola, en cambiar el género de las palabras porque los términos utilizados hasta el momento le parecen sexistas por ser masculinos, sin darse cuenta de que también en nuestro idioma los hay femeninos que se refieren al seso masculino, no tiene nombre.

Ahora nos viene con otra nueva ocurrencia: «los bebés y las criaturas». Y yo me pregunto, ¿no se ha dado cuenta nuestra ministra de igualdad que la palabra criatura tiene una cantidad de acepciones tan grande que puede llegar a resultar hasta ofensiva? Sí, o cuanto menos, peyorativa precisamente por el uso que la población hace de ese término motivado, en parte quizá, por el cine de ciencia ficción. Si llamar a un recién nacido bebé le parece sexista porque es una palabra de género masculino, ¿no le parece sexista llamar criatura a un niño siendo esta palabra de género femenino?

A mí, como mujer que soy, hay veces que me da cierto apuro, porque si lo que estamos buscando es una igualdad, que no creo yo que la solución a este problema radique en el lenguaje, ¿por qué no nos igualamos a los hombre que en ningún momento han protestado porque se diga de ellos que son personas aunque este término sea de género femenino?