F. L. JIMÉNEZ

Avilés recibió ayer de tarde la visita de un peculiar grupo de turistas franceses procedentes de Saint-Nazaire, la localidad bretona que está hermanada con la Villa del Adelantado y desde hace pocas semanas unida con Gijón mediante ferry. La rareza del grupo radica en la originalidad de los vehículos que utilizan para desplazarse por Asturias. Los visitantes, una docena, viajan a bordo de biciclos marca Solex, un medio de transporte que alcanzó gran popularidad en Francia tras la II Guerra Mundial y aún durante la segunda mitad del siglo XX por su versatilidad y su bajo coste de uso.

Todavía hoy se fabrican estos vehículos, un híbrido de bicicleta y motocicleta; de la primera tiene los pedales y una corona con cadena que permiten desplazarse a base de «pierna» y de la segunda, un pequeño motor de 49 centímetros cúbicos que tira de la máquina cuando el conductor se cansa de pedalear o la carretera se empina. No obstante, las unidades de Solex que ayer recorrieron las calles de Avilés datan de la década de los años cincuenta y sucesivas; la más moderna era de 1974.

La alcaldesa, Pilar Varela, recibió a la comitiva en el salón de actos del Ayuntamiento, donde dio la bienvenida a la ciudad a los «ciclomotoristas» y les explicó, haciendo gala de su soltura con la lengua francesa, los principales proyectos en los que está embarcada la comarca, el Centro Cultural Niemeyer incluido. Los blancos edificios de la margen derecha de la ría fueron, de hecho, uno de los puntos de Avilés que no se quisieron perder los bretones en cuanto finalizó la recepción municipal y hacia allí se dirigieron a bordo de sus Solex entre la expectación de cuantas personas paseaban en ese momento por la calle.

«Los Solex son una forma barata de desplazarse porque sólo gastan un litro o litro y medio de gasolina a los cien kilómetros y su mantenimiento mecánico es muy sencillo», indicó Jean Claude Alberola, uno de los vecinos de Saint-Nazaire que ayer conoció Avilés a una velocidad máxima de 30 kilómetros por hora. Tan fácil es, según dicen, tener a punto un velocípedo Solex que el club al que pertenecen los franceses desplazados a Avilés adoptó el nombre Llave del Nueve, en honor a la herramienta que sirve para apretar o aflojar casi todos los tornillos de la máquina.