Alejandro Barna es ingeniero técnico industrial por la rama de Electrónica, amante de la música y con preferencias por el rock. Hace unos años comenzó a hacer arreglos de instrumentos musicales para amigos y conocidos, como afición, hasta que hace un año se planteó dar el paso al mundo empresarial. «Pensé, ¿y por qué no? Hice un curso para emprendedores, el Clinic Joven Emprenda, y me puse en contacto con La Curtidora. Y aquí estoy», explica.

La afición musical le viene a Barna desde pequeño si bien no fue hasta los 16 años cuando comenzó a asistir a clases en la Fundación de Música Moderna. En su actual profesión conjuga sus dos pasiones, la música y la electrónica. Su objetivo: «Poder vivir de lo que me gusta me hace feliz y considero que es un auténtico privilegio», relata. La emprendeduría la lleva en la sangre. Su madre, Belén Fernández, impulsó y dirige Novatex, la empresa corverana especializada en productos textiles de alto rendimiento. «En casa siempre se respira ambiente emprendedor. Desde que era un niño vi a mi madre tirar para adelante, desde su primer negocio, un bar en Carlos Lobo, y ahora con Novatex. Yo mismo estoy sorprendido de lo que ha conseguido. Es mi admiradora número uno», se sincera el joven.

Alejandro Barna fabrica guitarras artesanales, personalizadas y a medida a partir de 1.500 euros en la nave 114 de La Curtidora, donde se asentó hace dos semanas. «Las características las decide el cliente. Productos así no los encuentran normalmente en las tiendas», prosigue. El precio va en función de las preferencias y gustos del cliente. «Si la quieren con cristales de Svarowsky, también se los pongo», bromea.

El joven explica que la inversión para poner en marcha «Barnaguitars» (www.barnaquitars.es) asciende a unos 6.000 euros, pero el pago no ha sido a toca teja. «Desde hace años invertí mis pagas semanales en material para la fabricación y montaje de guitarras, para los distintos arreglos. Prácticamente tenía ya todo el material y maquinaria con la que trabajo ahora en La Curtidora», apunta. Entre esas máquinas se encuentra una pulidora que perteneció a su abuelo, Isidro Fernández, que pasa de vez en cuando por la nave 114 del vivero empresarial para ver a su nieto. «En la vida hay que arriesgar. Espero que le vaya bien», dice el orgulloso abuelo.