-¿Nació en Luanco?

Por supuesto.

Javier Artime (Luanco, 1975) trabaja como auxiliar en el registro de la propiedad y es además presidente de la asociación «Luanco, recuperación de tradiciones», entidad fundada hace año y medio. LA NUEVA ESPAÑA continúa con esta entrevista realizada junto a la playa de La Ribera su serie «Luanquinos», que intenta repasar los entresijos de esta villa a través de la vida de los vecinos. «Paso en Luanco los 365 días del año salvo 15 que voy de vacaciones a un pueblo de Ávila, a mi mujer le gusta mucho, pero yo quiero estar aquí siempre», remarca Javier Artime.

-¿Cómo ve a su villa natal?

La verdad, muy cambiado. Recuerdo que cuando era pequeño, en Luanco no se cerraba ni la puerta de la calle y ahora apenas conoces a nadie. Antes era un pueblo marinero y ahora, se centra en el turismo.

-¿Qué prefiere el Luanco marinero o el turístico?

Tiro más para lo marinero. De hecho, desearía haber nacido antes para poder haber vivido ese ambiente más marinero. Aquella época era más entrañable, y en este pueblo se vivía como en Fuenteovejuna, todos a una. Estaban los típicos veraneantes de toda la vida y La Vallina eran huertas y árboles frutales. Lo demás, ladrillos, ladrillos y ladrillos.

-Describa más aquel Luanco de cuando era un chaval.

Cada barrio tenía una pandilla. Identificabas a las personas por sus barrios. Pasábamos las tardes pescando, jugábamos al fútbol detrás del cabildo de la iglesia y si había barro mejor. Así podíamos hacer «palomitas» como Arconada (portero de fútbol de la Selección española y de la Real Sociedad en los años setenta y ochenta). A mí me gustaba Arconada y Nolo me picaba llamándome Iribar (portero de la Selección española y del Athletic de Bilbao en los setenta y ochenta). Había «guerras» de pandillas. Me quedo con las noches en el Rincón, en La Canal, cuando nuestras madres no se preocupaban por nada, eso ahora no ocurre.

-¿Y el turismo, qué significa para usted?

Masificación. No se reconoce el pueblo durante los verano, salías de casa antes y daba gusto. Pero, en cierta manera, es lógico. Hay que evolucionar.

-¿Qué se puede hacer para mejorar este pueblo?

Buena pregunta. En invierno, hay que tirar más del carro para dar vida al pueblo y remar todos en la misma dirección. La verdad, sales a la calle en invierno y no ves un alma. En verano, no hace falta.

-Su asociación ha ayudado a la recuperación de tradiciones?

Buscamos la manera de recuperar ese entorno festivo más familiar. En las últimas fiestas de El Socorro, por ejemplo, se volvió a sentir el olor a salitre, un ambiente más marinero. Los vecinos han de tener en cuenta que nuestra intención es recuperar tradiciones o mantener las que hay, no somos Tamariz y David Copperfield.

-Reivindica el Luanco marinero, pero, sin embargo el sector pesquero no pasa por sus mejores momentos?

Provengo de una familia marinera, de la pesca. A día de hoy, el gasto en gasoil e impuestos no compensa. Ahora la mar es para turistas y el puerto para la pesca deportiva.

-¿Qué futuro le ve a su villa natal?

La pesca no la supimos conservar, lo mismo que ocurrió con las fábricas de conserva. Nos toca vivir del turismo ya que apenas no hay suelo industrial, que sería una salida, un buen motor económico.