Las calles de Luanco han sido testigos durante siglos de mil y un historias vinculadas con el mundo del mar que, a partir de ayer, se podrán conocer todos los jueves del año gracias a las explicaciones de las responsables de la oficina de turismo. Las trabajadoras del plan de empleo han organizado un paseo de una hora por la villa marinera que permite descubrir el pasado ballenero de Luanco desde la playa de La Ribera, y los principales edificios del casco urbano como la Torre del Reloj, la Casa de los Pola, la iglesia y el puerto viejo y la playa de La Marina.

La visita guiada y gratuita comienza en la playa de La Ribera. Este lugar fue un importante puerto ballenero entre los siglos XIII y XVII. La caza de estos enormes animales marinos fue el principal motor económico de la época en Luanco. "Los pescadores balleneros vivían en el barrio de la Soledad, por su proximidad con el puerto de El Dique-Aramar y así se puede decir que están los comienzos de Luanco", afirmó Roxana García, responsable de turismo y guía de la jornada de ayer. Estos pescadores sabían de la existencia de ballenas en el mar por señales de humo que emitía un atalayero desde el monte de La Mofosa. Era el momento de ir a la caza y los pescadores se echaban al mar en sus embarcaciones con un timonel, remeros y un arponero. "Cuando cazaban las ballenas, las traían amarradas hasta La Ribera, donde se hacía el despiece ante notario y ante responsables de la Cofradía", explica García. Las partes de la ballena se repartían entre los pescadores, el rey, y la Cofradía, las sobras iban a parar a las familias más humildes. Tras este repaso por los inicios del Luanco marinero, la ruta prosiguió por escenarios más cercanos y sin moverse de la playa de La Ribera. A mediados del siglo XIX, se dan los primeros pasos para hablar de turismo en Luanco con la apertura del Balneario "La Rosario", lugar de vacaciones de la incipiente burguesía. Esa instalación cerró sus puertas en 1916.

Tras una breve visita a la capilla de San Juan Bautista y a la extinta casa hospital de peregrinos entre La Ribera y la calle San Juan, la ruta continúa por la calle La Riba para detenerse frente a la Torre del Reloj, datada en el siglo XVIII. "Este edificio barroco fue torre vigía, almacén, cárcel...", indica la guía. "Se dice también que este edificio sirvió como faro que orientaba a los barcos y que en lo más alto, hay madera chamuscada de cuando se prendían hogueras", añade. De la Torre del Reloj, la visita continúa por el Mirador de Pilatos, una vista que permite ver el puerto viejo y donde, antiguamente, los marineros se asomaban para conocer el estado de la mar y las mujeres esperaban la llegada de los barcos con mercancía. Desde este mirador, también se divisa la isla de El Carmen. La ruta continúa por la plaza de La Baragaña, un ejemplo de casas marineras con corredores y acristaladas para aprovechar la luz del sol. Las casas son coloridas y, originalmente, estaban pintadas con los restos de pintura de las embarcaciones. "En esas cortinas hay muestras del arte de malla de Luanco", explica Roxana García, señalando una de las casas.

Tras La Riba, llegó la visita al puerto, una obra que tardó 300 años en llevarse a cabo, desde el siglo XVIII a mediados del XX y los recuerdos a los astilleros de ribera, hoy desaparecidos. La ruta prosigue por la última parte de la calle La Riba, la más cercana a la iglesia, donde vivían los "marineros más acomodados". Allí, García se detiene para explicar el palacio barroco de los Pola y la iglesia también barroca. En esta zona, recuerda el "milagro" del Cristo del Socorro antes de seguir el camino hacia la playa de La Marina, con vistas al puerto del Gayo y a las desaparecidas conserveras. Estas y otras historias se cuentan todos los jueves tras un pequeño paseo por Luanco.