"No encuentro explicación", dijo cabeceando una y otra vez Manuel Simal a la puerta de su casa en Galicia, tras recibir el alta hospitalaria en Avilés. Ante un grupo de periodistas, parco en palabras, Simal insistió en su extrañeza por el accidente que se produjo frente al Cabo Peñas, cuando los pescadores del "Santa Ana" se disponían a faenar en busca de xarda. La experiencia de la mayor parte de los marinos hace que este gallego, de momento el único superviviente de la tragedia, no sepa cómo explicar lo que ocurrió.

La narración de los hechos es la siguiente. El "Santa Ana" iba navegando hacia el caladero, tras dejar el puerto de Avilés. Y Simal se fue a dormir. "Cuando me acosté quedaban tres personas -al cargo- y no supe más". Es difícil que pueda olvidar el panorama con el que se encontró al despertar, tras caer de la cama de cabeza. "Estaría peleando en el barco para salir del camarote entre veinte minutos y media hora. No sé cómo saqué fuerzas, pero abrí la puerta".

Afuera el panorama no era mejor. "Era de noche, todo flotaba: cajones, puertas, gasóleo... y no tenía luz". Después logró subirse a una balsa y empezó a gritar. "Ya no oía voces ni nada, ni nadie respondía", recordó el marinero.

Según contó Simal, al primer impacto del "Santa Ana" contra las rocas se apagó el motor y brillaron tímidamente las luces de emergencia, durante apenas dos segundos. Luego el barco se hundió, con la proa hacia arriba. "Allí no había calado para ese barco. En mar abierto estaba bien, pero en las piedras había mucha rompiente".

Cortes en la cabeza y en los dedos son las dos huellas físicas que lleva Simal del naufragio. Otras heridas son más hondas. "He podido hablar con familiares de Lucas e Indalecio", dice en alusión a dos de sus compañeros y amigos. ¿Tiene esperanza? "Creo que están todos dentro del barco", confesó lacónicamente. Y añadió que muchos de ellos llevaban "toda la vida juntos". Su pueblo, Abelleira, ya no será lo mismo sin ellos.