La niebla es otro de los factores a tener en cuenta a la hora de analizar los accidentes marítimos como el que sufrió en 1950 el barco "Carlos Bertrand", que embarrancó junto a Peñas. Los treinta tripulantes de aquel barco sobrevivieron en una zona próxima al lugar donde sufrió el "Santa Ana" el malogrado naufragio del pasado 10 de marzo. Ambos accidentes confirman que Peñas es una zona peligrosa para navegar.

Los pescadores luanquinos siempre han advertido que cualquier embarcación que surque esas aguas ha de conocer la zona muy bien; de lo contrario, pueden ocurrir accidentes inesperados. Prueba de esa peligrosidad es que las aguas que bañan el concejo albergan más de veinte pecios desde el siglo XVIII y, al menos, un submarino de la guerra civil española. "Hablando de guerras, en la Segunda Guerra Mundial, la aviación Cóndor hundió varios vapores de Luanco que estaban atracados en El Musel", apostilla Toño Cuervo. En 1812, en plena Guerra de la Independencia contra los franceses, prosigue el investigador, Bonet, un general francés, obligó a pescadores de Candás y Luanco a dirigir una lancha con destino a San Vicente de la Barquera. El temporal les sorprendió en Ribadesella y aún así, decidió seguir adelante, con el consiguiente desastre.

Otro temporal, este en diciembre de 1944, afectó al barco "Jesús de Galiana", que iba a los chicharros. Murieron seis marineros. El patrón de la embarcación decidió partir hasta Bermeo, en Vizcaya, después de negarse a vender en Avilés. Durante la travesía, el "Jesús de Galiana" se topó con el desastre.

Los abordajes también han generado un gran número de trágicos sucesos. Ese es el caso del fallecimiento de siete pescadores del "Carmen Joaquina", que fue abordado por el carguero "Zumaia" en Peñas, en 1921.

Entre explosiones de calderas en barcos de vapor, temporales, galernas y abordajes se resume la historia más triste de la mar. Esta es dramática historia de esos pescadores de finales del siglo XIX y de las primeras décadas del XX que apenas tenían medios para enfrentarse a las duras condiciones de la mar. En el puerto, en tierra, quedaban las mujeres de los marineros, que viendo la mar embravecida temían que cada despedida fuera la última. En los buques faenaban sus maridos, sus hijos, sus padres y también sus hermanos.

La crónica negra de la mar aún sigue escribiéndose pese a que las embarcaciones cuentan con mejores medidas de seguridad. Las rocas submarinas, los despistes y las condiciones meteorológicas siguen jugando malas pasadas a las tripulaciones que siguen faenando en busca de los mejores bonitos, besugos, congrios y demás pescados, todo ello para ganarse el pan.

La crisis que afecta a este sector desde hace décadas hace que el trabajo en la mar se haga más duro si cabe. Dice un dicho marinero que "la mar es una mujer que quiere valientes" y eso es, precisamente, lo que denota este oficio al que lamentablemente siempre rondael fantasma de la muerte.

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