"Después de la tempestad siempre llega la calma y el ocle". Habla Juan Viña una de las personas que estos días se ha desplazado a la playa de La Ribera de Luanco para recoger ocle y mantener viva una vieja tradición. Viña y sus compañeros se aprovechan de que la mar ha arrastrado buena parte de las algas a la orilla tras las mareas vivas de las últimas semanas. Los recolectores de ocle trabajan por cuadrillas, son autónomos, y tras almacenar las algas en la arena de la playa, suelen recogerlas con tractores. "Las solemos llevar a Moniello para que sequen", explica José Casal. Su jornada tiene una duración de unas cinco horas.

La recolección de ocle es ya una tradición en Luanco pero también en otras zonas costeras del concejo, como Bañugues. Muchas personas, sobre todo mujeres, se dedicaban a la recogida de estas preciadas algas que son utilizadas en la industria farmacéutica como lecho de cultivo para mantener células vivas y como ingrediente en la elaboración de conservantes. Para esta última labor es necesaria la extracción, tras el proceso de secado, de una gelatina llamada agar agar.

Las mareas consiguen arrancar buena parte de las algas y las arrastran, sobre todo, al arenal de La Ribera. Sin embargo, sigue habiendo más ocle bajo el mar. "Cogemos los rastros -aparato para la extracción de algas- y nos metemos en el agua para coger la materia prima. Con olas o sin ellas, entramos hasta que nos llega el agua al pecho", explica Juan Viña, momentos después de apilar un puñado de algas en otro montón mayor ayudado por una pala de dientes. Sus compañero de faena José Casal, Diego García y Roberto Quirós también colaboran amontonando el ocle con el fin de que el tractor llegue horas después para solo cargar y trasladarlo.