Noreña, Franco TORRE

Tras cinco días de «cautiverio», el Caudillo fue liberado la noche del martes en los aledaños de la capilla del Ecce-Homo de Noreña. La venerada imagen de Francisco Franco que se conserva en el bar La cuadra de Alfredo fue restituida en perfecto estado, aunque con un peculiar añadido que deformaba el aspecto y la simbología del cuadro: sobre el rostro, los autores del singular robo colocaron una fotografía de Tino Casal.

El cuadro de Franco, que desde tiempos inmemoriales presidía la popular Cuadra, fue sustraído en la noche del viernes, cuando dos jóvenes no identificados, aprovechando un descuido del personal que en ese momento limpiaba el local, accedieron a su interior y, en una audaz a la par que inesperada maniobra, descolgaron el retrato y pusieron pies en polvorosa.

El cuadro reapareció en la soledad de la capilla del Ecce-Homo. Una mujer que habitualmente limpia el pórtico del templo encontró un voluminoso paquete, envuelto en papel de periódico. Para su sorpresa, al comenzar a retirar el envoltorio se encontró con la inconfundible silueta del dictador.

«Me lo trajeron por la mañana», afirma «Cuqui» Bobes, quien añade que «cuando llegó el paquete no vimos nada particular, parecía estar en perfecto estado». La sorpresa llegó al desenvolver por completo el retrato y comprobar que, sobre el rostro del dictador habían colocado el del añorado cantante Tino Casal. Pese a todo, los responsables del hurto y posterior agravio a la imagen del Caudillo actuaron con gran cuidado, ya que el cuadro está en perfecto estado, y el rostro de Casal ha sido fijado sobre el cristal mediante una sencilla cinta adhesiva. De momento, el retrato seguirá expuesto en «La cuadra», con su curioso trampantojo, durante un par de días más, a fin de saciar la curiosidad de los parroquianos. Después será tiempo de analizar si debe seguir ocupando su lugar de privilegio o si debe trasladarse a una zona de ámbito privado para evitar futuros disgustos.

El hurto causó revuelo en la Villa Condal. El propietario de La cuadra, Luis Bobes, lamentó públicamente la desaparición del retrato, recuerdo de su padre, y los parroquianos se dividieron entre quienes se mostraban aliviados al librarse de la severa mirada del dictador -que decían entre bromas se volvía más austera a la hora del vermú- y aquellos que reivindicaban el valor histórico de la pieza.

Mientras tanto, otro debate comenzó a florecer en la localidad: cómo cubrir el hueco dejado por Franco. Hubo muchos que optaban por buscar un cuadro similar en algún Rastro, aunque también había quien ofreció soluciones alternativa. El robo fue tema central en las distintas tertulias dominicales, y en cada una se debatió una alternativa factible, ya fuera un retrato del Rey, de Zapatero o del mismísimo Ladislao Kubala.

No obstante, tanto Luis Bobes como su hijo, «Cuqui», se resistieron a ocupar el hueco dejado por el dictador, decisión tal vez motivada por la despreocupación o tal vez por la esperanza de recuperar el retrato. Una postura que, a la vista de los acontecimientos, ha resultado ser profética.