Viñón (Cabranes),

Gonzalo BENGOA

Minutos antes de iniciarse la misa, el párroco de Cabranes, Gaspar Muñiz, insiste al resto de sacerdotes y a los monaguillos: «En esta celebración no hay gestos, todo es verbal». Se refiere a la misa mozárabe que van a celebrar a continuación en la iglesia de Viñón. Esta iglesia románica es uno de los pocos templos en los que se realiza el culto mozárabe, emulando al de los primeros cristianos. Celebran tres al año: el día del patrono, San Julián, en el mes de enero; el primer sábado de mayo, y en diciembre, dedicada a la Virgen María.

La misa se celebró en la noche del sábado e incluyó un lucernario, un rito propio de la iglesia antigua «donde se da gracias de Dios por la luz», explica Muñiz. La misa comienza a oscuras, únicamente con un cirio encendido. Después, de forma progresiva, se van encendiendo las luces del altar y del resto del templo.

La misa del sábado se celebró con motivo de la festividad de la Santa Cruz, en la que el orden de los elementos es muy importante. La paz, por ejemplo, es lo primero que celebran en la misa y la oración del Credo se retrasa hasta poco antes de la comunión. En este culto antiguo los sacerdotes se sientan con los fieles y esta ubicación permite que las oraciones se realicen hacia la salida del sol, hacia el Oriente. Los cánticos son en latín con melodía mozárabe y los textos, con muchas referencias bíblicas, son más largos que los usados en la misa actual.

La diferencia de la misa mozárabe la marca lo estético. «Se juega con la luz, el incienso y los ropajes», explica Gaspar Muñiz, quien señala que celebran una misa «muy similar al siglo VII, donde tiene mucha importancia el texto y las oraciones». La misa no cuenta una historia a lo largo del tiempo, sino que «se habla a Cristo como una realidad viva y reinante», precisa Muñiz, quien añade que, además, en esta ceremonia se pedía especialmente por la salud de un niño de 17 meses.

En Asturias sólo el monasterio de Valdediós celebraba esta eucaristía de forma continuada hasta la marcha del prior Jorge Gibert. Otros lugares donde se celebra este peculiar culto son el monasterio de las Pelayas ovetense y la parroquia de San Isidoro el Real de Oviedo, pero de forma muy esporádica.

El párroco de Viñón tenía un empeño especial en recuperar este culto para la iglesia por la antigüedad del templo y de la comunidad parroquial, que se remonta al siglo IX.