Candás,

Ignacio PULIDO

Los vecinos de Candás viven con una parte de su alma en un puño. La ermita de San Antonio de Padua, un templo erigido en el siglo XVII, amenaza con venirse abajo como consecuencia de los frecuentes corrimientos de tierras registrados en el monte, en los alrededores del faro candasín. El último de los argayos ha dejado a la capilla a apenas medio metro del abismo. En el pueblo la noticia ha corrido como la pólvora y ayer fueron varios los curiosos que se acercaron, cámara en mano, al paseo que circunda la zona para contemplar la escena.

El sentimiento es generalizado: «Sería una pena que la ermita se viniese abajo». Anteayer, después de que varios viandantes alertasen al Ayuntamiento, el equipo de técnicos municipales inspeccionó el área para estudiar una solución con la que atajar el problema de los continuos argayos. Por su parte, la concejala de Urbanismo, Melania Álvarez, trata de tranquilizar a los vecinos y señala que la seguridad de los viandantes y del templo está garantizada.

Pipo Prendes es un candasín de pura cepa. Todas las semanas este carnicero jubilado recorre dos o tres veces el paseo que serpentea a través del cabo de San Antonio. Es buen conocedor del suelo que pisa y sabe cómo se las gastan estos acantilados. «Se trata de un terreno muy inestable. Siempre han sido frecuentes los desprendimientos de tierra aquí. No obstante, en la zona de los cañones se intensificaron tras las obras del puerto», sostiene. Ayer, tras enterarse de que un argayo amenazaba con hacer desaparecer la ermita de San Antonio, Pipo no pudo evitar acercarse hasta allí para comprobar con sus propios ojos la situación del templo. «No creo que llegue a caer. Tendría que pasar mucho tiempo hasta que eso ocurriese», comenta.

El gobierno local no ha descartado la opción de llevar a cabo alguna actuación en la zona, si bien esta medida podría limitarse a retrasar el vallado del paseo unos metros con respecto a la línea de costa. Según la edil Melania Álvarez, todo apunta a que los desprendimientos no vayan a más. Mientras, la asociación vecinal de Candás ya ha mostrado su preocupación y ha solicitado una solución inmediata.

Manuela Sánchez, natural de Mieres, caminaba ayer a escasos metros de la capilla. «No soy partidaria de que se restrinja el acceso a los paseantes. De todos modos, considero que no estaría de más el acordonar esta zona para que la gente no se acerque al precipicio», subraya y prosigue añadiendo que «retroceder el paseo sería una buena medida».

La mayoría de los usuarios del paseo sostienen que los viandantes no corren ningún riesgo. «Creo que no está en peligro la integridad de los paseantes», enfatiza Prendes. Fernando Crespo llegó a Candás hace apenas seis meses. El paseo del cabo de San Antonio se ha convertido en uno de sus lugares favoritos para salir a pasear. En sus palabras deja entrever cierta incertidumbre. «Ahora mismo, considero que el sendero no va a venirse abajo, aunque sí es cierto que, en esta zona, su trazado está mucho más próximo al acantilado. ¿Quién sabe lo que puede pasar?», se pregunta.

La jornada de ayer, casi primaveral, fue una buena excusa para salir a pasear por el cabo candasín. La vecina María Teresa Barbón acudió ayer al paseo por primera vez después de estar convaleciente como consecuencia de una lesión. «Esto se llena de gente cuando hay buen tiempo. El Ayuntamiento debe tomar cartas en el asunto. Hay que solucionar el problema de alguna manera», comenta.

Sergio Sujaref, que se acercó hasta la zona de los cañones con su nieta Natalia, no oculta su preocupación. «Por supuesto que estamos preocupados. Vengo casi a diario con mi familia», recalca.

«El Ayuntamiento debería tomar medidas», apremian. Y es que la ermita de San Antonio de Padua nunca estuvo tan cerca del abismo. Sin ir más lejos, el extremo más septentrional de su presbiterio se encuentra a unos cincuenta centímetros del cortado. Casi cuatro siglos de historia en equilibrio sobre el mar. «Esta capilla tiene mucha historia. En su interior se conserva una imagen de San Antonio que ya ha sido objeto de otras situaciones límite. Hace unos años fue robada y desapareció durante unos días hasta que fue encontrada en el fondo del acantilado, junto al muelle, sin un solo rasguño», recuerda Pipo Prendes. Quizás en esta ocasión la fortuna juegue de nuevo con sus cartas a favor. «Se trata de una capilla histórica. Nos preocupa lo que pueda pasar con ella», lamenta Barbón.

Por este motivo, en Candás ya han apelado a San Antonio para que los caprichos de la tierra no acaben con una de la joyas de la villa.

«Se trata de un terreno muy inestable. Los argayos en la zona de los cañones se intensificaron tras las obras del puerto»

<Pipo Prendes >

Vecino de Candás

«No soy partidaria de que se restrinja el acceso a los paseantes; no obstante, sería adecuado separar el paseo del acantilado»

<Manuela Sánchez >

Vecina de Mieres

«Por supuesto que estamos preocupados por la situación de la ermita. Vengo al paseo casi a diario con mi familia»

<Sergio Sejuref >

Vecino de Candás