Hace veinte años que Manuel Granda plantó su pumarada en La Llamiella (Grado). Con anterioridad ya hacía sidra, pero desde que sus manzanos empezaron a dar, cada dos años la familia se reúne en torno al lagar para lavar, mayar y prensar los frutos para hacer la mejor sidra. Una fiesta para los Granda: "Me presta mucho este día, sólo verlos por aquí ya es suficiente", afirma Manuel Granda. Como para ellos, la elaboración de la sidra casera es un día especial para muchas familias asturianas, que siguen manteniendo viva una de las tradiciones de la región como antaño lo era la matanza o la esfoyaza.

La jornada comenzó por la mañana. Lavaron con agua dieciséis sacos de manzanas que, calculan, les darán alrededor de 350 botellas. Después de comer, directos al lagar que construyó el patriarca de la familia "para dejar de mayar a porro", es decir, manualmente con mazas de madera que trituraban la manzana. Ahora tiene una mayadora con el motor de una lavadora que le regaló su vecino Manuel Luengo.

Su nieta, Clara Díaz, y su amiga Iris García fueron las principales ayudantes del abuelo y encargadas de meter las manzanas. "Las grandes están más blandas y las tritura rápido, pero con las pequeñas le cuesta más", explica. Además, pueden regular la mayadora y la tienen preparada para que triture al máximo posible "porque así sale más zumo".

De la mayadora pasan la mezcla en una pala a la prensa, donde permanecerá durante unos días bajando el jugo, la conocida como sidra del duernu. "Dentro de ocho o nueve días los sacamos para desmenuzar porque se pone duro como una piedra, eso lo hacemos por lo menos tres veces", comenta Granda. Con la mezcla lista lo prensan tres veces en días alternos: "No aprieto mucho, según lo pida el lagar, porque es la manera de que salga la mejor sidra".

Tras el prensado, sacan todo el zumo de manzana a unas barricas. "Es muy importante echar un caldero a una y el siguiente a la otra, ir dividiendo, porque así evitas que se lleve todo lo de abajo y quede muy dulce o que tenga lo último, que es más ácido", señala Secundino Arias, yerno de Granda.

Además, siempre dejan la magaya para ir sacando todos los días, al menos, un caldero de zumo para que el líquido esté alto en la barrica y expulse la espuma y las impurezas. Luego "tiene que hervir, fermentar, porque si no, no sirve para nada", detalla Granda. En las barricas permanece la sidra hasta febrero o abril. Granda nunca embotella en marzo: "Es algo que me dijo gente experta y lo hago así".

En casa de los Granda llevaban cinco años sin hacer sidra porque el patriarca se operó del corazón. Ayer retomaron una tradición familiar que comenzó con su mujer Clara, ya fallecida, con quien compartía ilusión por la tradición de hacer sidra casera. De hecho, antes de tener la pumarada compraban manzanas en La Caborna para hacer sidra. "Luego ya nos decidimos a preparar el lagar y hasta hoy".

Las botellas de sidra casera se apilan en el lagar, donde están frescas y sin luz durante la mayor parte del año. Y aseguran que es la forma de que la sidra aguante sin avinagrar. "Depende mucho de los corchos, si está sano abres la botella y esa sidra está bárbara, pero si están estropeados les entra aire y las tiro directamente", asegura.

Ayer, tras el primer prensado salió la sidra del duerno. Y todos la probaron. "Está buenísima; muy dulce pero muy buena", constató Arias. En los próximos días el trabajo seguirá en el llagar de los Granda, y en abril harán otra fiesta para descorchar la cosecha del 2014.