Ceniza y paja por todo el cuerpo, alguna bufanda robada por el diablo y mucha diversión. Así fue la mascarada de los aguilandeiros de San Juan de Villapañada (Grado), en la que los mozos de la parroquia se visten de distintos personajes para pedir el aguinaldo navideño y simbolizar así el solsticio de invierno. Este ha sido uno de los años con más público desde que se recuperase la tradición en 2014, después de más de setenta años desaparecida, gracias al el músico y etnógrafo Xosé Ambás y al estudioso de la parroquia Álvaro Valdés, de la asociación "Territorio Bron".

Ya no hay muchos jóvenes en la parroquia de San Juan de Villapañada, pero para eso están los de la villa moscona, como Noel Miranda, quien hizo de escobón y barrió los pies a medio pueblo. "Es la primera vez que participo y lo pasé en grande, vamos, para repetir todos los años que haga falta", comentó. El joven se quedó sorprendido con la colaboración de los vecinos, que en cada casa y en cada quintana esperaban la llegada de los aguilandeiros para danzar y cantar en la antojana al son de la gaita. "Comimos y bebimos a rachar", añadió Miranda.

Para Santiago García, otro joven moscón implicado en la mascarada, era su segunda participación en el personaje del médico y fue "como la del año pasado o mejor". Para él, lo más emocionante de la tradición fue llegar a las casas de los lugareños y ver en los rostros de los más mayores la ilusión de los recuerdos de infancia, cuando los aguilandeiros les daban más miedo que risa. "Ver a los vieyos con ilusión, aparte del xaréu y la folixa, fue lo mejor, es increíble como están días cocinando para que llegues y tengas lo mejor de su casa". Ambos moscones recomiendan la experiencia "totalmente".

Después de recorrer la parroquia realizando travesuras, con parada en Alvaré, La Llinar y Acebéu, llegaron al campo de la iglesia de San Juan, donde volvieron a cantar, danzar y representar la mascarada. La vieya, que era Xosé Ambás, finalizó la representación con el parto de un pájaro muerto, que simboliza la muerte de lo viejo que da paso a lo nuevo. Este año, después de la pega parió una pita. Las carcajadas resonaron en toda la contorna y dieron paso a una tarde de folixa hasta la noche.