Todo sucedió en el mes de marzo, ese mes que anuncia la primavera y nos da paso para agarrarnos a la flora y la fauna de los montes y caminos de nuestras vidas. Dos amantes de la naturaleza se fueron en ese tiempo limpio y claro con olor a amapolas, manzanilla, brezo y mimosas? Me refiero a Miguel Delibes y Félix Rodríguez de la Fuente, puntales próximos y castellanos imbuidos por un profundo amor por la madre naturaleza. Treinta años separan sus muertes. Félix en un desgraciado accidente en Alaska cuando más y mejor estaba desarrollando su inmensa labor mediática y formativa en TVE. El hombre y la tierra, un programa pionero y auténtico sobre el mundo natural ya forma parte de la nómina fundamental de la excelente programación didáctica y pedagógica de la tele pública. Y Miguel Delibes se escapaba de este mundo terreno recientemente en un gélido y atípico mes de brumas y lluvias marzales.

Dos excelentes narradores de la causa natural, dos castellanos viejos unidos por ese impulso hacia lo ecológico, lo cercano, lo rural, lo íntimo, lo medioambiental? Son dos personajes de nuestra vida, de mi vida. En ellos bebí de adolescente todo el significado de la naturaleza en estado puro. Con sus libros y sus documentales aprendí a ser una persona mejor, a acercarme con pasión a los bosques y ríos de mi geografía particular, a conocer con más interés el helecho macho, el águila real, el buitre leonado, el rebeco cantábrico o el lobo estepario. Todavía recuerdo en un plano secuencia lejano la visita de Félix Rodríguez de la Fuente a la entonces reserva de caza de Reres. Hizo de anfitrión el gran cazador y alimañero Domingo Calvo Testón. Este noble paisano le ofreció su casa de Puente Piedra en Caso y le enseñó su fauna domesticada con varios lobos, ginetas, corzos y alimoches. Estaban en cautividad y Domingo los enseñaba por los pueblos de Asturias a modo de exhibición animal para deleite de los presentes y ganarse unas pesetas. En esas fechas, Félix conoció de primera mano la relación del hombre y la animalia, en concreto los lobos. Domingo era un gran conocedor de la fauna de su entorno y ayudó con su sapiencia y técnica alimañera a engrandecer y ampliar las notas orientadoras en el cuaderno de campo de Félix. Unos días prácticos y recordatorios en el currículo del gran naturalista burgalés. Se puede decir que estos espacios del actual parque de Redes han tenido mucho que ver con la trayectoria profesional de Félix Rodríguez de la Fuente. Y Domingo Calvo Testón su animador y fiel docente de su labor compleja y ruda de encontrar alimañas.

Dos castellanos de gran intensidad profesional que amaron lo que hacían y que con sus narraciones han formado a millones de españoles, siendo el amor por la naturaleza el nexo de unión de ambos. Desde los pueblos de Sedano y Poza de la Sal en el bello norte burgalés, estos dos hombres de raza han sabido libar y sumergirse en días de libertad, disfrutando del aire límpido y extenso del Páramo de Masa o de los acantilados y escarpas rocosas del río Rudrón. Y en ese territorio silente y cargado de razón natural, Delibes y Félix han transformado su imaginario particular en una densa armonía de belleza y palabra castellana. Esa magia de convertir la vida en palabras atrayentes y cálidas. Esas frases tan elocuentes y directas en el estiloso y armado documental. Dos colosos del verbo y de la historia natural. Las palabras del castellano cobran nueva vida a partir de ahora? «Diario de un cazador», «Tres pájaros de cuenta», «El camino», «Los santos inocentes»? Y «El Hombre y la Tierra», ¡qué gran título!, recobra los planos y pasajes de una obra maestra. La naturaleza se ha quedado inerme y triste ante la desaparición de dos portentosos caballeros del alma ecológica. La única verdad, la descripción natural, de entender la vida y sus milagros.