Pola de Laviana, E. PELÁEZ

El regalo que el joven ruso Sergio Kozlov Stepniakov recibe cada año de sus «padrinos» lavianeses crece año tras año fiel a una promesa. El primer obsequio de Pascua, el tradicional bollo que reciben los ahijados, llegó hace 13 años y consistió en una tarta con 5 roscas. El pasado miércoles Sergio Kozlov, de 29 años, recogió en la confitería La Forna de Pola de Laviana el pastel de este año, con 18 pisos. Medía un metro y treinta centímetros de altura y pesaba alrededor de 25 kilos.

Sus dimensiones hicieron necesaria la utilización de una furgoneta para su transporte hasta la casa de Sergio Kozlov, que vive en Pola de Laviana con sus abuelos. La tarta seguirá creciendo «a rosca cada año hasta que se case, es lo prometido», aseguró Emilio González Coto, uno de los «padrinos» del joven.

Sergio Kozlov había cambiado su Rusia natal, a la que había emigrado su abuela a los siete años desde El Condao, por Pola de Laviana. Trabajaba como camarero en un establecimiento hostelero lavianés y en fechas próximas a Semana Santa, cuando los padrinos comienzan a encargar el bollo para regalar a sus ahijados, Emilio González le preguntó: «¿No tienes padrinos?». Ante la respuesta negativa Emilio le comentó que a partir de aquel momento se convertía en su padrino. Un amigo suyo, Atanasio Suárez, también se unió y desde entonces cada Pascua encargan la tarta para Sergio. «Es muy buen chaval», señaló González.

«Se la entregaremos hasta que se case y ese año recibirá un bartolo», dijo en referencia al postre más representativo de Laviana, hecho con hojaldre y almendra, que se sirve durante las jornadas gastronómicas. Su regalo no faltó un sólo año, ni cuando el joven se marchó a estudiar la carrera de Arquitectura a La Coruña. Ahora, ya de regreso, trabaja en Oviedo y el miércoles, tras concluir su jornada laboral, fue a recoger su tarta.

Sergio Kozlov reparte desde hace años el pastel con sus vecinos y amigos «pero siempre lo terminamos», aseguró. Esa labor comenzó el pasado miércoles tan pronto como la furgoneta de la confitería hizo aparición ante su vivienda con las monumentales roscas que trasladaron sobre una tabla entre dos personas. No sólo hizo falta un medio de transporte especial para realizar el desplazamiento sino que los dos empleados tuvieron que calcular al milímetro sus pasos para sortear el hueco de la puerta del establecimiento y llegar al vehículo, que estaba ubicado a unos metros del local.

«Pronto habrá que comprar un camión», destacó el joven, que indicó, entre risas, que si sus «padrinos» siguen con esta tradición de enviarle el bollo de Pascua hasta que contraiga matrimonio tendrán por delante «unos 20 años». Según Emilio González, «no hay problema, en la confitería pueden darle más altura todavía». La tarta crece a rosca por año como también aumenta el precio del producto que elaboran los especialistas de La Forna. Es, sin duda, el pastel de mayores dimensiones que sale de la confitería lavianesa, cuyos trabajadores se enfrentan cada año al reto de incorporar una nueva rosca e incrementar la cantidad de merengue utilizada para su decoración.