No se entristezca al acabar: habrá tres partes más

Agárrense bien si se acercan a Camille de Toledo (Lyon, 1976), porque en un panorama tan gris como el de las letras francesas de los últimos años sus explosivos textos producen sacudidas sísmicas. No sólo eso. Además de tener todo lo que se necesita y más para ser un gran novelista, De Toledo tiene una ambición de las que se encuentran pocas veces por década.

La mejor prueba de ello es esta En época de monstruos y catástrofes, que el autor presenta como el «Tomo I de la tetralogía artificial de los Estratos», advirtiendo que es la primera capa de un «peplum» que irá «rajando» de libro en libro.

De Toledo parte de un Parí's (sí, con genitivo sajón) recreado en pleno Texas. Allí se instala Leopold William Kacew, quien al poco estará al frente de un emporio basado en curiosos juguetes sexuales. Es sólo el principio y el lector lo odiará o lo amará. Muchos querrán más.

Fiebre del oro en la pluma del mago de la aventura

¿Dumas en California? ¿Por qué no? ¿Estuvo acaso en la corte de Luis XIII? ¿Merodeó acaso por las estancias del cardenal Mazarino? No, sencillamente se documentó hasta la raíz del pelo y puso a luchar su pluma (y la de sus negros) con el florete del caballero D'Artagnan. Pues lo mismo.

Según confiesa el autor en el prólogo a este brioso libro de viajes, fue un azaroso encuentro en una posada el que le hizo conocer a un joven que acababa de regresar de California. Tuvieron una larga conversación. Dumas calibró la personalidad de su contertulio y dio por bueno el detallado cuaderno de notas que éste portaba consigo. Sólo le quedaba, pues, insuflar un poco de duende en aquellos apuntes y el resultado fue esta narración sobre California en plena fiebre del oro. Una pequeña joya perdida -no se había reeditado desde que se tradujera allá por 1873-, rescatada por Ediciones del Viento.

Fiebre del oro en la pluma del mago de la aventura

Que Pietro Citati está enamorado de Kafka (1883-1924) es algo que se percibe desde la primera línea de este volumen hasta la última. Pero lejos de nublarle la visión -Citati tiene demasiado disco duro para perder el norte-, esta pasión por el autor de El castillo le comunica una rara lucidez que le permite llevar al lector de viaje por las venas del praguense y deslizarlo sobre las líneas de su obra como sólo un autor de su categoría puede hacer.

Padre de celebrados trabajos sobre Goethe, Tolstoi, Proust, Leopardi, Katherine Mansfield o Manzoni -por sólo citar los de carácter biográfico-, Citati posee la erudición y la sapiencia para hincarle el diente hasta la médula a Kafka sin componer ni una biografía ni un ensayo al uso. No, lo suyo es otra cosa: la minuciosa reconstrucción de un pulso global, puntillosamente enmarcado en un entorno y rendido al lector con excelente prosa.

Ya nunca volverá a leer a Kafka con los mismos ojos

Cuando acaben de leer esta impactante ficción futurista, escrita en 1910, se preguntarán dónde conseguir más obras de J. H. Rosny el mayor (1856-1940). Es difícil. Aunque el belga es, junto con Verne, el autor de ciencia ficción francófono más difundido en el mundo, y aunque su producción, teñida de un pionero ecologismo, fue muy amplia, han sido pocas sus novelas traducidas al castellano y, de hecho, todas están descatalogadas, salvo La fuerza misteriosa, rescatada, al igual que la que nos ocupa, La muerte de la Tierra, por El Nadir.

El mundo es un desierto sin agua. El progreso ha degenerado en sobreexplotación y sólo sobreviven pequeñas comunidades que preconizan la esterilización y la eutanasia. Los pocos individuos dispuestos a seguir han de enfrentarse a los ferromagnetales, una especie semimineral que prospera entre las ruinas humanas...