Un aviso: este tipo era un genio y sólo escribió esto

A Pancake (1952-1979) le faltaron unos meses para ingresar en el escogido club de los fallecidos a los 27. Claro que él no era músico y, en vida, apenas le conocían unos cuantos lectores de los seis cuentos que vio publicados en revistas. Fue tras su suicidio cuando salió a la luz en un solo volumen -este extraordinario Trilobites que ahora se publica por primera vez en castellano- la docena de cuentos que han hecho quitarse el sombrero a escritores y críticos, y que llevan asombrando a los lectores españoles desde que hace unas semanas salió el volumen al mercado.

Pancake era un tipo culto, pero no le interesaban los cenáculos. Le gustaba más la vida rural de su tierra, Virginia. Una tierra y unos personajes que recrea -con una escritura que ha suscitado todo tipo de parangones, de Rilke a Hemingway- en unas historias que sólo permiten, una vez leídas, empezar a devorarlas de nuevo. Único.

Palabras certeras para un retrato en la encrucijada

El lector que se limite a acercarse a la sinopsis de Los artistas puede ser llamado a confusión. Un escritor en la encrucijada de la vida -pongamos que en los 35-, al que no le va mal -aunque podría irle mejor- y que sin embargo se siente insatisfecho. Tal vez porque, remedando la cita portical de Perec, le paraliza la inmensidad de sus deseos. Hay que reconocer que con esos mimbres se han escrito muchos bodrios.

Ninguno habrá salido, sin embargo, de la pluma del mallorquín Javier Cánaves -poeta premiado, por ejemplo, con el «Hiperión»-, que en esta su segunda novela consigue, a través de una pluralidad de voces firmes, ahondar de modo certero y seductor en los estratos de la satisfecha insatisfacción de su protagonista. Cánaves conoce el poder de la palabra y la usa con precisión y economía admirables. Resultado: el alma contemporánea en breve y profundo retrato.

¿A qué sabe el miedo en Moscú en el siglo XXI?

¿A qué sabe el miedo en Moscú en el siglo XXI? ¿A lo mismo que en Oviedo, Madrid o Nueva York? Sí, claro. Pero no, claro. El miedo en el siglo XXI, para dar miedo, sabe a desquiciamiento y en Moscú se dan modos curiosos de desquiciamiento. El miedo, además, para dar miedo en el siglo XXI, sabe a fantasías escapadas de un inconsciente cotidiano. Y la cotidianeidad rusa de las últimas décadas está sembrada de momentos que sólo pueden ser asimilados desde el inconsciente. Por lo demás, el miedo que refleja Starobinets (1978) en esta colección de relatos bebe de toda la tradición occidental del fantaterror, pero se modela en la propia tradición rusa y desemboca en historias que arrastran al lector a simas que intuye y no le gustaría descubrir. La han comparado con Stephen King y también con Philip K. Dick, pero, para general suerte, es otra cosa. Distinta y muy interesante.

La memoria sutil de un hombre privilegiado

En Bonstetten (1745-1832) confluyen dos circunstancias que, por desgracia, no son infrecuentes: es un autor completamente olvidado y la lista de quienes apreciaron sus obras -y en particular estos ágiles y penetrantes recuerdos- está salpicada de nombres egregios.

Bonstetten fue, en realidad, un tipo bien tratado por la vida. Viajó, escribió de lo humano y lo divino, formó parte del Gobierno suizo y conoció a innumerables personajes de relieve, Voltaire entre ellos, a lo largo de una vida en la que el faro mayor fue madame de Staël.

A pesar de que, en su opinión, su mejor pieza fue un discurso pronunciado desde un púlpito en defensa de la patata -cuestión nada banal aunque hoy pueda mover a risa-, llegado ya a los 84 años cedió a las presiones de sus amigas más jóvenes y puso por escrito estos recuerdos con los que lograba encandilarlas un ratito cada tarde.