Barcelona, Efe

El entrenador del Barcelona, Frank Rijkaard, adquirió el martes un mínimo crédito que le permitirá llegar con cierto desahogo al partido contra el Getafe el próximo domingo en el Camp Nou, después de haber conseguido un doble objetivo en el encuentro contra el Schalke: resucitar al equipo y a sí mismo, gracias al gol de Bojan.

Lo más destacado, sin duda, es que esta resurrección la hizo con las botas puestas, es decir, sin renunciar a su estilo de fútbol y contando con todos aquellos jugadores que parecían inservibles hace cuatro días, cuando fueron prácticamente desahuciados por parte del barcelonismo al padecer una remontada contra el Betis (3-2), después de ir al descanso con una ventaja de 0-2. El único cambio que realizó fue la entrada de titular del argentino Gabriel Milito por el francés Lilian Thuram.

En Gelsenkirchen, Rijkaard no se jugaba su puesto de trabajo, como en algunos sectores del barcelonismo se había apuntado e incluso deseado, como medida de choque para hacer reactivar al Barça, pero sí que es cierto que en el partido contra el Schalke el entrenador barcelonista se ponía a prueba en un examen determinante ante quienes aún confiaban en él en el entorno culé, y en especial dentro de la entidad.

Al final, el Barcelona saldó su partido con un 0-1, merced a un gol del joven Bojan Krkic, jugador que se encuentra en un destacado estado de gracia que incluso ha llevado al técnico a apostar de entrada con él en el eje del ataque, pues se presenta como el futbolista más en forma y en todo un cazagoles, como pasó en el Veltins Arena de Gelsenkirchen.

A pesar de que muchos observan en el Barça un equipo sin pegada, frágil en lo físico y en la moral y con una defensa lejos de la retaguardia segura que había ofrecido hace meses, en la prueba de fuego que representaba el Schalke-Barça, Rijkaard mantuvo su idea de fútbol y a sus jugadores y sólo introdujo pequeños ajustes en el juego ofensivo, para taponar las subidas por las bandas y los posteriores centros, y trabajó la anticipación en los balones aéreos.

Alcanzados estos dos últimos objetivos, además de controlar el encuentro con cierta holgura, el Barcelona tuvo un partido plácido hasta la segunda parte, cuando los azulgrana empezaron a sufrir por las acometidas de un rival con más físico que los catalanes.

Al final, el equipo de Rijkaard supo mantener la portería a cero y evitar así que otro rival de menor entidad le robase el protagonismo con otra remontada.

Que al Barcelona de la segunda parte le faltó mucho fútbol parece innegable, y sobre todo con vistas a mantener un pulso relativamente equilibrado con su potencial oponente en las semifinales de la Liga de Campeones, a la espera de que dentro de una semana no suceda un imprevisto en el Camp Nou y en Manchester para que los dos equipos se midan en la siguiente ronda.

Pero, más que un futuro a medio plazo, el Barcelona también necesitaba un resultado futbolístico que echarse a la boca para relativizar los tropiezos de las últimas semanas y regresar a la Liga, a la espera de una suerte que parece esquiva, dados los 7 puntos que ha vuelto a poner de por medio el Real Madrid con su máximo rival.

El triunfo en la Liga de Campeones va a permitir unas jornadas de alivio en el club. El 0-1 nada hará cambiar en la entidad, pero sí que se frenará la inercia crítica, que empezaba a adquirir una dimensión imprevista.

Después de la victoria en Alemania, el Barcelona pernoctó en el país teutón y, tras aterrizar el avión en la Ciudad Condal, el equipo realizó una suave sesión de recuperación a primera hora de la tarde en el campo de La Masía.

El Barcelona jugará el domingo contra el Getafe en el Camp Nou y la próxima semana recibirá al Schalke también en el estadio azulgrana.