Melbourne, Álvaro FAES

En plena recogida del paddock, del garaje de Red Bull surgió un bramido: «¡Yeahhh!». La tropa de mecánicos celebraba el triunfo de Vettel. Entran en el Campeonato como salieron del anterior. Ganando. Suena la música en el box mientras empaquetan en cajas que van directas a Malasia. En alguna iba el kers, el dispositivo que acumula energía cinética en las frenadas y la libera para entregar potencia extra. El vigente campeón ganó de calle sin falta de usarlo. Renunciaron a él por cuestiones de fiabilidad, pero no lo echaron de menos, porque el alemán arrasó. Salió desde la pole, controló la situación al inicio y transitó con serenidad por la carrera, pendiente de cuidar sus neumáticos. Es el primer líder.

El sábado de Vettel fue un avance fiel de lo que iba a pasar el domingo en la carrera. En la clasificación le colocó ocho décimas a su compañero y casi dos segundos a los Ferrari. De allí ya salió algo intrigado Mark Webber. El australiano corría en casa y venía con ganas de lucirse ante sus paisanos, una de las aficiones que más disfruta de la F1. Ya en la clasificatoria, el alemán le dejó muy atrás sin que se apreciase ningún motivo en el pilotaje del «aussie». Y la carrera de ayer fue un reflejo de la impotencia del héroe local frente al empuje de Seb.

Desde el equipo no aportan grandes explicaciones. «No le han salido las cosas y tendremos que descubrir el porqué. Hubo una diferencia inusual entre ellos este fin de semana, aunque estoy seguro de que en Malasia todo volverá a la normalidad», trató de aclarar Christian Horner, director del equipo.

Entre los peores pensados del paddock crece la teoría de que la igualdad en el equipo ha desaparecido, si es que alguna vez la hubo, una vez que el alemán empieza el año con galones de campeón del mundo. Webber, un piloto conocido por no tener pelos en la lengua, tampoco acertó a encontrar el motivo de su bajo rendimiento. «Ha sido una carrera muy dura para mí. Lo di todo y no encontré resultados, no sé por qué. Investigaré todo lo que ha pasado durante el fin de semana para encontrar una razón», dijo el australiano.

La cara de quinto puesto de Webber no tenía comparación con la del victorioso Vettel. Lo festejó a gritos por la radio del equipo, con vítores a sus muchachos. Después, en la sala de prensa, quiso rodearse de cautela. «Tengamos los pies en el suelo. Ha sido una gran carrera y hemos disfrutado mucho, pero el Campeonato es largo y tenemos muchas amenazas. Los que están sentados aquí conmigo (Hamilton y Petrov, sus compañeros de podio), Ferrari y, por supuesto, Mercedes, aunque no han tenido un buen comienzo».

En Ferrari preocupó la manifiesta superioridad de uno de los Red Bull y miraban de reojo al garaje de la escudería austriaca preguntándose de dónde sacan su velocidad. Alonso, sin embargo, quiso encontrar el lado positivo al asunto. «El sábado parecían de otro planeta y que en la carrera nos iban a doblar. Al final, Vettel ha sido unas décimas mejor que nosotros y hemos estado mejor que Webber, así que no va tan mal la cosa».

Al alemán le favoreció la baja temperatura del sábado, con la pista muy propicia para las características de su coche. Ayer rodó tranquilo. Nunca se vio apurado y pudo dosificar su mecánica. Un lujo para el motor antes de correr en Malasia.