Fernando Alonso ya está de vacaciones. Pero sólo a medias. De vuelta a casa, aún le queda pendiente algún compromiso publicitario y las galas benéficas a las que no falla en Navidad. Rascará algún día de descanso y en enero le esperan en Madonna di Campiglio para la concentración invernal de Ferrari. Desde Italia, la revista «Autosprint», una especie de biblia de la Fórmula 1, despide el curso con una entrevista al asturiano. Se muestra cercano, comprometido con la Scuderia y haciéndose ver como un chaval normal de su edad, cumplidos los 30 el pasado julio.

Habla de su relación de Flavio Briatore y de cómo el italiano, que lanzó su carrera en la F1, se sorprendía cuando analizaba la lista de precios a la hora de comprarse un móvil. «Es que soy una persona muy normal. A pesar de todo lo que me da la Fórmula 1, no la considero mi vida, sólo es un trabajo. No doy importancia a ser más o menos rico o más o menos conocido, porque quiero seguir siendo normal. Flavio siempre se ha sorprendido por eso».

Desvela el asturiano el calvario que fue la temporada en algunos momentos, sobre todo al inicio, cuando por mucho que trabajasen sobre el coche, en lugar de mejorar iba a peor. «Todo el año hemos ido con dos o tres carreras de retraso». Lo más duro fue en Montmeló. Se puso primero con una salida grandiosa, pero terminó doblado. «Cada novedad era un paso atrás y no lo entendíamos. Montábamos elementos que se habían utilizado en la presentación del coche en enero o rescatábamos piezas de carreras atrás que ya teníamos guardadas en un armario». Hasta Hungría albergó alguna esperanza de remontada. «Esperábamos piezas nuevas que cambiasen el comportamiento del coche, pero no fue así».