Cuando el Sporting destituyó a Preciado y fichó a Clemente, me abordó una gran duda existencial: «Ah, ¿pero Clemente sigue entrenando?». Menudo lío mental: claro que sigue entrenando y, como buen vasco, con la huevada en su sitio. «No pierdo el tiempo en jugar bonito, lo bonito es la victoria», su primer eslogan nada más llegar a Gijón, recuerda a aquello tan bello y tan español de «¡déjate de hostias!». Clemente, como Pérez-Reverte o Sánchez-Dragó, es un macho ibérico que se come los jamones a mordiscos y nos mira como miran los machos ibéricos, con un «¡sois unos mierdas!» grabado en la retina. ¡Así se hace, Javier! Porque ésa parece la única solución para reflotar al equipo sportinguista: echarle «webs» y llamar «cagao» a Nacho Novo por pirarse al Legia de Varsovia o recordar su incidente ¡de hace veinte años! con Míchel, ese hombre. Bien, en lugar de sacar un «Michel incident blues 20th aniversary edition» y vivir de las rentas, el ex seleccionador lo utiliza para titulares en los periódicos deportivos.

El fichaje y las formas de Clemente siguen cabralizando el fútbol, devolviéndolo a ese feliz estado primigenio, de recreo, donde los presidentes se insultaban, los futbolistas fumaban y los entrenadores bajaban al «parking» a esperar al árbitro. Ah, perdón, que esto me suena? El Real Madrid-Racing del sábado basta para aceptar que el paupérrimo fútbol de la Liga se ha trasladado de los noventa minutos del partido a la semana que discurre de un encuentro a otro. Ahí es donde místeres como Clemente o Mourinho son maestros en mantener esa tensión que no tiene el Campeonato: en rueda de prensa, en el área técnica o en un entrenamiento. Aunque, eso sí, en este partido no hizo falta: al madridista medio le preocupó más que la final de Copa no se jugase en el Bernabeu.

¿Qué les queda a los futboleros puros? ¿Qué les queda a aquellos humanos alocados que sólo están interesados en lo que ocurre en el terreno de juego y que reniegan de la filosofía de Clemente? Quizá centrarse en las competiciones europeas, los Mundiales o, si me apuráis, en los campeonatos de alevines. No nos engañemos; hoy, en nuestra Liga, las tres silbadas del árbitro no decretan el final del partido, sino el inicio de la semana.