La coña gijonesa ha reaparecido con todo su esplendor con motivo del partido que el Lokomotiv jugó ayer en San Mamés ante el Athletic de Bielsa. Los rusos, sin duda, juegan muy bien aunque rematen un poco peor. Pero el veterano aficionado echa mano del buen humor y sentencia: «Éstos han aprendido mucho estos días en Mareo», en referencia a la concentración que han mantenido en la Escuela de Fútbol para preparar el duelo, que les salió mal por el gol rojiblanco que manda a Bielsa y a los suyos al Teatro de los Sueños de Manchester. Un buen sitio para jugar al fútbol.

Como buen sitio es El Sardinero, donde mañana, sábado, juega un Sporting más necesitado que casi nunca y en plena reconversión al mando de Javier Clemente. Los malvados aparecen en ocasiones como ésta y anuncian desde Mareo que del fútbol-tenis del reciente pasado se ha saltado a la doble sesión en las cuarenta y ocho horas previas al partido. El fútbol-tenis les dio a algunos un resultado envidiable porque el fútbol, damas y caballeros, es así.

El Sporting va a llegar a Santander muy bien arropado, a lo mejor no tanto como en los primeros años del regreso cuando la novedad era reciente y la crisis apretaba menos, pero va a tener mucho rojiblanco cerca para que nadie se sienta desasistido. Pero el partido tiene un alcance que va más allá del apoyo popular. Es uno de esos partidos que es necesario ganar, aunque se jugara a dos mil kilómetros de distancia y con cuatro rojiblancos perdidos en las gradas.

Una semana más de entrenamientos bajo la dirección de Javier Clemente, quien, por lo que cuentan viajeros llegados procedentes de Mareo, está provocando que se redescubra el trabajo futbolístico. Tremendo, oigan. Lo que se echaba de menos cada domingo, trabajo, orden, dedicación, parece que se está en camino de recuperación. No es poco en los tiempos que han corrido en el microcosmos de Mareo. Y a finales de febrero comprobamos que Javier Clemente es la última bala de plata que le queda al Sporting, la última coca-cola del desierto, el clavo ardiendo al que hay que agarrarse en la confianza de que será capaz de llevar el barco a un puerto seguro, el de la permanencia. Hay quienes creen que finales de febrero es muy tarde para cambiar el rumbo, pero a la vista de los acontecimientos vividos por el entrenador en Valladolid, hay que darle todos los votos de confianza.

Por cierto, si pregunto, ¿molesto?: ¿qué mensaje encierra el gesto de concentrar al equipo al regreso de Santander en un sábado noche, con entrenamiento matinal el domingo? Porque el mensaje está más claro que el agua. Un día de éstos habrá que sintonizar el canal historia y recordar las concentraciones pospartido de los tiempos de Vicente Miera en el Sporting y del plante decidido por la plantilla en una decisión nunca bien explicada. Entonces las concentraciones abundaban, no como ahora, que parecen estar prohibidas por las costumbres. Con concentraciones o sin ellas, con noches de blanco satén o sin ellas, la clave es ganar en Santander y tomar el buen camino hacia la salvación.