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Fútbol es fútbol

La mano y el pasamontañas

Sobre la costumbre que se ha adueñado del mundo del fútbol de comunicarse tapándose la boca

Ancelotti da instrucciones a Cristiano Ronaldo. Reuters

El último grito entre los futbolistas, entrenadores y árbitros es taparse la boca con una mano para que los espectadores no nos enteremos de los profundos secretos que esconde un partido de fútbol. Que los futbolistas se tapen la boca antes de lanzar una falta, que se tapen la boca cuando termina el partido y comentan alguna incidencia, que se tapen la boca cuando charlan en el banquillo, que se tapen la boca cuando pasean por el terreno de juego antes de comenzar el partido, que se tapen la boca cuando hablan con el árbitro, o con el juez de línea, o con el cuarto árbitro, o con la señora madre que los parió, que saluda desde la grada, tiene el mismo efecto que el "No trespassing" con el que comienza la película "Ciudadano Kane". Todos queremos ver lo que pasa detrás de la única ventana iluminada en la enorme mansión de Charles Foster Kane, y a todos nos gusta saber qué se esconde detrás de "Rosebud", la última palabra que pronuncia Kane antes de morir. La mano que esconde la boca de un futbolista es el "No trespassing" de "Ciudadano Kane". Pero sospecho que lo que sale de la boca de los futbolistas no es tan sugerente como el "Rosebud" que susurran los labios moribundos de Kane.

¿Qué se esconde detrás de la boca tapada de un futbolista? ¿Un secreto táctico que debe protegerse aunque sea a costa de hacer el ridículo delante de las cámaras de televisión? ¿Una broma privada que oídos no iniciados pueden malinterpretar? ¿Una instrucción revolucionaria que dará la vuelta al partido como si fuera un calcetín listo para ser guardado en el armario? ¿Una observación tan aguda que necesita ser comunicada de la forma más privada posible para que el contacto con la plebe no la destruya? "Rosebud" era el trineo con el que Charles Foster Kane jugaba cuando era niño (espero que con esta revelación no esté cometiendo pecado de "spoiler"), y ese secreto invalida la afirmación del periodista Thompson cuando dice que no cree que una palabra pueda explicar la vida de un hombre. Sí, una palabra puede explicar toda una vida y, de hecho, "Rosebud" lo explica todo acerca de la vida de Kane (pero sólo si antes hemos visto la película). Otra cosa es un partido de fútbol. No creo que detrás de la boca tapada de un futbolista se encuentre un "Rosebud" que pueda hacernos entender una jugada, un partido, un pique o una reconciliación.

Thompson se equivoca cuando dice que "Rosebud" es sólo una pieza en el rompecabezas que forma la vida de Kane. "Rosebud" no es sólo una pieza, es "la" pieza. Las palabras que nunca escuchamos porque los futbolistas se tapan la boca, sin embargo, sí son sólo una pieza del rompecabezas en que se ha convertido el mundo del fútbol. Detrás de la única ventana iluminada de "Xanadu", la mansión de Kane, se encontraba un hombre moribundo que tuvo todo lo que quiso y lo perdió. Detrás de la boca tapada de un futbolista sólo hay un enorme vacío de tontería y desproporcionada atención a todo lo que rodea a un deporte que un día fue bello y hoy se empeña en ser la continuación de la política y la economía por otros medios. Creo que un futbolista se tapa la boca por el mismo motivo por el que los zapatistas de la selva Lacandona, en el Estado mexicano de Chiapas, se tapan el rostro: para que se les vea. La mano delante de la boca del futbolista es el pasamontañas del subcomandante Marcos o el "No trespassing" de "Ciudadano Kane". Con una gran diferencia. Merece la pena entrar en "Xanadu" y saber qué significa "Rosebud". Merece la pena entrar en el discurso del subcomandante Marcos y saber qué significan las palabras "democracia", "libertad", "tierra", "pan" y "justicia". Pero, la verdad, no creo que merezca la pena entrar en el discurso de ese "Xanadu" en el que viven los futbolistas de élite. Podéis taparos la boca, pero nunca seréis como Charles Foster Kane o el subcomandante Marcos. Nunca jugaréis un partido a las órdenes de Orson Welles ni escribiréis una carta desde las montañas del sureste mexicano. Nunca.

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