Aunque sin utilizar directamente la palabra «castigo» –no divino, sino electoral–, el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, ha hecho pública una severa carta semanal dedicada a ofrecer criterios para el voto católico, y en ella condena que «la gestión de la crisis» se haya realizado «desde la mentira, desde el engaño, para atrincherarse en el poder a toda costa». En su opinión, «no han dolido prendas ni gastos a la hora de engañar a mansalva con tal de seguir obteniendo resultados de puro poder».

Sanz Montes ofrece juicios duros en este sentido –la «deshonestidad no es merecedora de una confianza por parte del pueblo»–, pero también señala que la orientación del voto de los cristianos, según el criterio de la «verdad» en los políticos y de la defensa de la «vida», ha de ir más allá del 20-N, «pensando en lo que viene después».

El Arzobispo insinúa en ese punto que el Gobierno que salga de la cita electoral del próximo domingo tendrá la potestad de «modificar» leyes o «suprimir» elementos «de las ya legisladas», circunstancia que apunta a las dos normas que más han inquietado a los obispos durante los mandatos de José Luis Rodríguez Zapatero: la ampliación del aborto y la ley de matrimonios homosexuales.

Como preámbulo de todo ello, el Arzobispo –cuya carta pastoral previa a las elecciones del pasado 22 de mayo fue criticada por IU, pero ignorada por el PSOE– se coloca la venda antes de recibir un posible palo a causa de esta nueva carta, ya que admite que le acusarán de «entrar en campaña electoral» o de tomar partido «por esta o aquella formación política, dándoles la razón o criticando su deriva».

Sanz Montes explica que «si los obispos callásemos, nos dirían que estamos al margen o que estamos tal vez otorgando con complicidad». Pero, por el contrario, «si hablamos, no faltarán los habituales vociferantes, en el sentido más propio de la expresión, para decir que los obispos entramos en campaña, que sobran nuestra voz y nuestras reflexiones».

El arzobispo de Oviedo dice «exponer nuestros principios, que se derivan del Evangelio, de la tradición cristiana y de nuestra particular manera de ver el mundo y _el hombre con sus heridas y sus esperanzas». Y en el plano personal agrega que «ni busco el aplauso de nadie ni temo desprecio alguno».

Pero las líneas más enérgicas del texto llegan más adelante, cuando advierte de que «hemos visto engañar demasiado en estos años, con enormes consecuencias para las personas y para un país». El mitrado reconoce que «hay crisis que son demasiado complejas y que sin duda son fruto de un sinfín de factores». Sin embargo, denuncia que «la gestión de esa crisis no puede hacerse desde la mentira, desde el engaño, para atrincherarse en el poder a toda costa».

Además de valorar la «verdad» en el discurso de los políticos –«un gran test para analizar posturas de coherencia personal en candidatos»–, Sanz Montes pide examinar las políticas acerca de la vida, «la del no nacido, la del anciano o enfermo terminal, la vida de quien malvive por falta de libertad, de dignidad, de trabajo». Y añade que «no son aptos de la confianza, sino más bien reprobables», los que «confunden la manipulación de la vida con sus intereses de poder, por sus hechos, por sus leyes, por sus demagogias lingüísticas de géneros varios».

Además de señalar a los réprobos, Sanz Montes indica, no obstante, que «hay muchos políticos honestos, que viven responsablemente su misión, que buscan con sinceridad el bien de sus conciudadanos». A ellos les da las gracias «por su labor al término de la legislatura».

Pero afirma en otro punto que «los cristianos no somos neutros» y «estamos decidiendo quién y cómo administrará la cosa pública» y, en particular, «quién y cómo hará las leyes, las que hubiera que modificar o suprimir de las ya legisladas». O_«quién y cómo enfocará nuestras relaciones regionales y las que tenemos en el plano internacional». Sanz Montes se remite también a la nota de la Conferencia Episcopal Española (CEE)_sobre las elecciones, hecha pública el pasado 21 de octubre.