El ex vicepresidente Pedro Solbes ha puesto el foco sobre los desastres de la "era Zapatero" con su libro de memorias, del que se ha apresurado de decir que no es un ajuste de cuentas, en un intento de desmarcarse de los precedentes de José María Aznar y Felipe González, presentados en sociedad con días de antelación. El que fuera responsable de Economía rompe ahora cuatro años de calculado silencio tras su tormentosa salida del Gobierno en mayo de 2009.

Solbes se confiesa arrepentido del "grave error" de haber aceptado seguir al frente de la cartera de Economía durante el segundo mandato y acusa a Zapatero de haber "orillado" sus advertencias sobre la gravedad de la crisis. Cuenta al respecto que en 2009 elaboró un documento de recortes contundentes del gasto que pasaban por ajustar las pensiones y congelar los salarios durante tres años, pero el presidente lo tachó de inaceptable, alegando que esas medidas le costarían dos huelgas generales.

Tras admitir que no se habla con Zapatero, el ex vicepresidente señala que, de haberse aplicado esas medidas en enero de 2009, al menos el país habría comenzado a reaccionar un año antes ante una crisis de un calado desconocido en décadas. Solbes reconoce que su relación se había deteriorado de forma irreversible en el primer mandato y que, en términos personales, sus cinco años en el Gobierno fueron muy duros.

El ex ministro aclara que con los contrapesos que le colocó Zapatero ya tenía decidido renunciar a una segunda legislatura, pero, ante la alarma del FMI por el agravamiento de la crisis, accedió seguir un tiempo. Cuenta que su condición inicial para entrar en el Ejecutivo fue la disciplina presupuestaria y que la primera tentación de coger la puerta la tuvo a finales de 2004 ante las subidas del salario mínimo interprofesional. Después se anunciaron medidas como la financiación sanitaria de las autonomías, la rebaja de 400 euros en el IRPF, el "cheque bebé" y el "plan E" de obras.

El grueso de los analistas coinciden en que Zapatero dejó en 2011 una España arruinada en lo económico, rota en lo social y enfrentada en lo territorial; un país arrasado y sin expectativas de futuro, inmerso en el abismo de una recesión sin precedentes, con la prima de riesgo en el horizonte de la intervención, un déficit gigantesco y un desempleo del 20 por ciento desbocado hacia los cinco millones de parados. Ése era el pavoroso panorama del que lleva huyendo cada año a otros países una marea de decenas de miles de los jóvenes mejor preparados. El coste de esta tragedia, añaden los expertos, tendrá que ser pagado por una generación perdida.

El político que no quiso ver la gran recesión acabó abrasado en ella. Zapatero tuvo todo el tiempo del mundo y lo perdió. Tras llegar al poder en una situación de bonanza económica, no abordó el cambio de modelo de crecimiento basado en el consumo y en la construcción. El estallido de la burbuja inmobiliaria en otoño de 2007 y la restricción del crédito bancario no hacen reaccionar a un jefe del Gobierno, que se empecinó en infravalorar el calado de la gran crisis.

A Zapatero se le acusa de haber actuado bajo criterios cortoplacistas y electorales. Su segunda victoria en 2008 le abre la puertas a un segundo mandato de pesadilla, con el país despeñándose por la peor recesión en medio siglo. El desplome de la recaudación y la escalada del gasto disparan el déficit en nuestro país y siembran el pánico en la eurozona. La situación española se hace insostenible en 2010 hasta que Washington, Berlín, París, Londres y Bruselas le fuerzan al entonces presidente a aplicar una draconiana política de austeridad. El gran hachazo le cuesta al jefe del Gobierno la primera huelga general: abarata el despido, rebaja el sueldo a los funcionarios, congela la pensiones, retrasa la jubilación y reestructura las cajas.

Pero la economía ha entrado en estado de emergencia y el país vive atónito en 2011 una pesadilla mientras se desliza hacia un desastre sin precedentes: el endeudamiento total supera cuatro veces el producto interior bruto y el gasto de las administraciones amenaza con doblar los ingresos. El momento crítico se alcanza en aquel agosto negro, cuando la prima de riesgo rebasa los 400 puntos. La situación de quiebra es salvada por las compras masivas de deuda española por el Banco Central Europeo.

Las rosas se tornan espinas y Zapatero, objeto de insultos y abucheos por parte de la ciudadanía, llama a las urnas. El líder socialista, rehén del optimismo y la inacción, desaloja la Moncloa dejando al alcance del hacha conquistas sociales como las pensiones, la sanidad, la educación y el subsidio del paro. En definitiva, logros que tanto costaron a generaciones de españoles.

La desorientación del jefe del Gobierno fue en algunos casos más que evidente. Prueba de ello son sus frases recogidas de la hemeroteca y de Wikipedia. Ahí va esta de 2007 para abrir boca: "La próxima legislatura lograremos el pleno empleo. No lo quiero coyuntural, lo quiero definitivo". En septiembre de ese año, Zapatero desbordaba optimismo: "España ha entrado en esta legislatura en la champions league de la economía mundial, mal que les pese a algunos". En diciembre de 2008 añade que el país "saldrá de la crisis en la segunda mitad de 2009". "Es probable que lo peor haya quedado atrás", declara el 29 de abril de 2009. "Conmigo de presidente en este país jamás habrá recortes sociales", afirma el 21 de febrero de 2010. Ese año asevera: "Tenemos suerte de que una crisis como ésta se produzca una vez cada 80 años". "No sabéis cómo se puede disfrutar de la democracia. En mi caso llegué a ser presidente", se aventura a confesar en febrero de 2011.

Se dice que Zapatero perdió definitivamente el rumbo en las últimas horas de 2006 cuando aseguró: "Hoy estamos mejor que hace un año, pero dentro de un año estaremos aún mejor", horas antes de que ETA volara la tregua y las negociaciones con el Gobierno explosionando un coche bomba que causó dos muertos en la terminal 2 de Barajas. Días después se refirió al atentado como "un trágico accidente" y acto seguido se vio obligado a rectificar. "Quiero reconocer el claro error que cometí ante todos los españoles", admitió.