Alejandro ROZADA

El edificio número 88 de la calle Magnus Blikstad es el centro de todas las miradas. Este bloque se sitúa en el punto intermedio de la parcela de 368 metros que los miembros de la familia Uría decidieron trazar a modo de reivindicación pública como propiedad privada. De ahí que la pregunta sea obligada: ¿cómo reaccionan los vecinos de este inmueble a toda la polémica que ha aparecido en los últimos días?

Parece existir un sentimiento general de sorpresa e incredulidad entre los residentes. Sus casas se han convertido en una tribuna privilegiada desde la que observan atónitos cómo su manzana ha quedado dividida por los trazos de una línea amarilla que delimita una propiedad privada. Una situación que no terminan de entender y que observan con curiosidad.

Treinta años después de instalarse en el tercer piso del número 88 de la calle Magnus Blikstad, Raquel Casado no esperaba que fueran a su casa preguntando sobre los orígenes de su vivienda. «En 1976 llegué aquí y nunca supe si esta parcela pertenecía a una familia», asegura. De todas formas, esta vecina no duda del derecho que asiste a la saga de los Uría para reclamar la titularidad de esta franja de la vía pública. «Están en su derecho de reivindicar lo que legalmente pueden acreditar», defiende esta residente. A su juicio, la ley terminará poniendo los puntos sobre las íes y dando o quitando razones. «Pero yo no sé nada del tema, porque me enteré por la prensa», defiende Casado, quien, no obstante, está convencida de que «mi casa entra dentro de la ley».

«A por mí que no vengan porque yo ya pagué la calle, la acera y todo lo que me pusieron delante». Ésta es la declaración de intenciones inicial de Emilio Fernández, quien lleva residiendo en este edificio desde hace treinta años. Una dilatada estancia que, sin embargo, no es suficiente para comprobar la magnitud de lo que hoy pasa en su calle. «Yo sé que aquí había un fielato (aduana) y que el edificio que compré de estreno ocupa esa parcela», recuerda Fernández, quien, acto seguido, añade que desconoce totalmente el porqué de la polémica. Aunque declara que el Ayuntamiento está en su derecho de gestionar la titularidad de una parcela de la vía pública.

A ojos del matrimonio formado por Ramiro Suárez y Mari Cruz Riestra la situación «no es normal». Conocieron el fielato y ahora viven con desconcierto que la familia Uría haya tomado una parcela de Magnus Blikstad. «¿Desde el año 1975 que se construyó esta casa no tuvieron tiempo para resolver el tema?», se pregunta Ramiro Suárez. Por eso no ve normal que ahora corten la calle en señal de protesta. Mientras Mari Cruz sentencia: «Tratan de llamar la atención y conseguir repercusión. Y es lógico si esto es suyo».

Desde que llegó de Langreo, Secundina Suárez García siguió la evolución de la calle. Concretamente, desde el séptimo piso del edificio vivió el paso del tiempo del inmueble y sus proximidades. «Esto cambió mucho, porque antes eran todo praos y cuadras», afirma. Sobre la polémica de la titularidad pública o privada, Suárez duda: «Cómo vamos a salir a la calle a partir de ahora si respetamos el límite», e indica que «si lo llegamos a saber, no pagamos la calle». Entiende la reclamación de la familia, pero confía en que llegue a un acuerdo con el Ayuntamiento de beneficios generales.