Eloy MÉNDEZ

Caminar por determinadas zonas de las playas de El Arbeyal y Poniente se ha convertido estos días en una práctica de riesgo para los pies. Por eso, muchos habituales de ambos arenales no se quitan las chanclas para dar sus paseos a la orilla del mar. La culpa es de las mareas, que han hecho florecer pedreros antes cubiertos por la arena y han propiciado, de paso, un intenso debate ciudadano. Algunos creen que las obras de ampliación de El Musel están detrás del deterioro del litoral, mientras otros lo atribuyen a fenómenos puramente naturales.

«En invierno fue San Lorenzo y ahora nos toca a nosotros. El Muselón tiene mucho que ver con esto». Florencio Suárez, vecino de Jove y asiduo a El Arbeyal, lo tiene claro. «La ampliación del puerto se hará a cambio de destrozar la costa», asegura tumbado sobre su toalla, a pocos metros del mar y rodeado por las piedras que hace unos días el agua sacó a la luz. «Como esto empeore un poco más, habrá que ir a bañarse al muelle de La Osa», finaliza.

Desde otra toalla, Jimena Cases le da la réplica. «Esto siempre pasó, no tiene nada que ver con las obras», dice, bocadillo en mano, a primera hora de la tarde. «La arena aparece y desaparece todos los veranos», añade, tras hacer una encendida defensa de los trabajos de ampliación de El Musel: «Son necesarios para el progreso de la ciudad, igual que lo fue arreglar esta playa en su momento. La gente se queja por vicio». A su lado, Otilia Domínguez asiente sin parar. «Pienso seguir viniendo aquí aunque no quede ni un grano de arena», explica.

Sin embargo, el voluntarismo de algunos bañistas contrasta con las quejas de otros, convencidos de que «La Calzada se va a quedar sin playa». «Algo se tendrá que hacer, no sé muy bien quién ni qué, pero cada día que pasa, la situación es peor», se lamenta Alfredo González, de El Natahoyo y un fijo del arenal desde su prejubilación. «Nunca vi así la orilla, tienes que andar a saltos», comenta, tras responsabilizar directamente de la situación a los responsables de la Autoridad Portuaria. «Al final, su ampliación nos va a dejar sin sitios para tomar el sol junto al mar», se lamenta.

En la otra playa del oeste gijonés la situación es similar, aunque la polémica no es tan intensa porque en los laterales de Poniente apenas se ha movido un gramo de arena. Sin embargo, en el centro, sobresalen ahora enormes rocas que, otros años, pasaban más desapercibidas. «Está más descubierto, antes se veían menos piedras», dicen durante su paseo vespertino Ana Alonso e Irene Fernández, que desde hace muchos veranos se acercan desde Oviedo a la costa gijonesa «siempre que hace bueno».

Mientras caminan, se cruzan con María Ángeles Suárez, que disiente con ellas. «La naturaleza es muy sabia, en este lugar nunca hubo arena y, por eso, se la lleva», argumenta antes de apostillar que «en Gijón siempre tendemos a buscar culpables por todo, no creo para nada que las obras de ampliación de El Musel tengan algo que ver con este tema». Lo mismo opina Jesús Lavandera, para quien «es muy aventurado buscar de buenas a primeras una explicación, yo no soy ingeniero ni biólogo, así que no sé por qué la arena se va o vuelve», asegura, tras destacar que es «cierto que este verano se ven muchas más rocas que el pasado, pero las mismas que hace cinco o seis, cuando también se perdió mucha arena».

Mientras, muchos niños se beneficiaban ayer de la polémica al pasear entre las rocas con sus calderos en busca de algún cangrejo. «El que no quiere venir por aquí, tiene el resto de la playa para tumbarse al sol», decía Aurora Vallina, al cuidado de su nieta, que saltaba de roca en roca durante la bajamar. «Que falte arena no es lo malo, lo peor es que ahora entre las piedras se acumula la basura que la gente tira sin mirar dónde», se quejaba con amargura la abuela.