Ocho de la tarde, instalaciones de La Llorea. A primera vista, el asunto tenía algo de ciencia ficción o, mejor aún, de etología. Ésta, la etología -del griego «ethos», costumbre- es la ciencia que estudia el comportamiento de los animales en libertad; el porqué de sus movimientos colectivos, de sus congregaciones o sus maniobras simultáneas, sin que medien orden ni estímulo aparente. Allí, a La Llorea, no llegó ningún autobús organizado, ni hubo altavoz ni campana que llamara a rebato, ni tampoco se ofreció recompensa alguna por asistencia. La gente fue apareciendo a su aire, cada uno por su lado, y tranquilamente pasaba por taquilla; 15 euros por disfrutar de la espicha consiguiente. Hubo quien renunció -la crisis que no cesa- y se fue después de escuchar el manifiesto, pero a las ocho de la tarde alguien de la organización dijo haber vendido 1.480 invitaciones. Como una mareona. No se vendieron camisetas, pero hubo quien lamentó que no se hubiera colocado una gran pantalla televisiva en el exterior de la sala para aquellos que no pudieron acceder a ella.

La cita tenía por objeto pedir a la dirección del Partido Popular de Asturias que rectificara respecto a su determinación de no presentar a Francisco Álvarez-Cascos como candidato a la Presidencia del Principado. Y como un solo hombre, el público dio su respuesta. Aquí caben muchas reflexiones. Ni quitamos ni ponemos rey, pero servimos a la razón. Lo primero que cabe concluir es que los órganos dirigentes van por un lado, y la masa electoral por otra. Porque si atendemos a las medidas sociológicas, esas 1.500 personas tienen una representatividad multiplicada por 20 o 25, es decir, de espíritu y voluntad en La Llorea estuvieron unas 30.000 personas. Cifra nada desdeñable que alguien, con obcecados intereses particulares, está dispuesto a tirar a la basura.

Y Javier Fernández, el candidato in pectore del PSOE, relamiéndose de gusto.

Sigamos reflexionado: se argumenta que el señor Álvarez-Cascos divide el partido, bien, el que esté libre de culpa divisoria que tire la primera piedra; hay trayectorias, entre algunos de los postulados a la candidatura -a otros no los conoce nadie-, sembradas de cadáveres, a su paso no volvió a crecer la hierba, pero el pueblo tiene buena memoria. Por otra parte, en el clima de cordialidad y conciliación presente en todo el acto, nadie hizo alusión a las decisiones tomadas en Madrid, pero algo está muy claro: les importa un pepino lo que ocurra en Asturias.

Y Javier Fernández aplaudiendo hasta con las orejas. «Congratulations», se lo merecen por silenciosos, prácticos y disciplinados.

Hablará la historia del espectáculo ofrecido por el PP asturiano, que hizo salir a la gente a la calle en busca de un candidato «de acreditada experiencia, gran preparación política, capacidad negociadora y de trabajo, conocimiento de Asturias y pasión por todo lo que hace», según rezaba el manifiesto pronunciado por el pintor Roberto Díaz de Orosia. Y añadía: «Francisco Álvarez Cascos ha sido el gestor que, desde Jovellanos, más ha hecho por Asturias».

A título particular, los comentarios eran para todos los gustos. «Este suicidio político lo dicta el miedo a que Cascos levante algunas alfombras», «No quieren a su tierra, sólo tratan de conservar el sueldo», «Es de bien nacidos ser agradecidos y Cascos merece gratitud», «Les importa un rábano el futuro de Asturias, saben que van a perder por goleada, pero mientras mantengan su escaño...». Uno de los apuntes más graciosos hay que endosárselo a Virginia Álvarez Buylla: «Formo parte de la plataforma a favor de Cascos y me acusaron de querer llevar a la izquierda al Ateneo Jovellanos».

Y Javier Fernández... Querido, no deberías hacer campaña electoral o, en términos futbolísticos, ni te molestes en bajar del autobús.