P. T.

La política de permisividad con el «botellón» que la Policía Local practicó en la carbayera de La Pipa, junto a la discoteca El Jardín, no marca una pauta de actuación clara, dado que, en otras zonas, los agentes sí hicieron valer la nueva ordenanza que prohibe el consumo de alcohol en la vía pública y lo castiga con sanciones de 100 a 750 euros. La misma noche de la multitudinaria fiesta de cierre de la Feria Internacional de Muestras, medio centenar de jóvenes se reunieron en los pórticos de la iglesia de San Julián para beber resguardados de la lluvia que caía al inicio de la madrugada. Pero poco les duró el «botellón».

En torno a la una de la madrugada hicieron acto de presencia en la zona los agentes de la Policía Local, que disolvieron en apenas unos minutos la concentración obligando a los jóvenes a retirar bolsas y botellas. Además, llamaron a los servicios de limpieza de Emulsa, que aparecieron en la zona con gran rapidez para limpiar en plena madrugada el patio y los pórticos del templo de Somió. Los jóvenes se desperdigaron y desplazaron a beber en otros lugares cercanos.

Una disparidad de criterio que la Policía Local también aplicó en Cimadevilla a lo largo del fin de semana. La noche del sábado la plaza del periodista Arturo Arias, conocida popularmente como El Lavaderu, se convirtió una vez más en un hervidero. Miles de personas se juntaron para beber. Muchos de ellos, de «botellón» y no con consumiciones de los múltiples locales de hostelería. De hecho, la plaza se quedó pequeña y la concentración se extendió por las calles aledañas, como la de María Bandujo, parcialmente tomada por jóvenes.

Al igual que en la carbayera de La Pipa, la Policía Local sí hizo acto de presencia en la zona del «botellón», pero sin acceder al meollo de la concentración para aplicar la nueva normativa. Una furgoneta de los guías caninos rondaba los alrededores y conminaba a los jóvenes que se encontraban más apartados de la plaza a que se metieran en la concentración a beber.

Mientras en El Lavaderu el «botellón» rebosaba, las autoridades sí hicieron valer la ordenanza de convivencia en la zona del cerro de Santa Catalina. Algunos grupos subieron hacia el mismo cargados de bolsas para dar la vuelta en cuanto fueron alertados por los agentes de la posibilidad de ser sancionados por la práctica del «botellón». «Tenían que dejarles beber en el cerro, que allí no vive nadie. Mejor que en El Lavaderu. Ponen diez o doce baños portátiles y contenedores para tirar los desperdicios y ya está», comentaba una hostelera de Cimadevilla la noche del sábado. Precisamente los hosteleros del barrio han sido advertidos de que no deben permitir la salida de sus locales con consumiciones en la mano.