"En un principio mi mundo no era la investigación, pensé en empezar en la empresa privada", reconoce Mercedes Díaz, integrante del grupo de contaminación en el Instituto del Carbón. El último año de carrera aceptó una beca y hoy suma diez años de experiencia en uno de los buques insignia del CSIC en el Principado. "Sabiendo que era un camino complicado, al final me enganchó la investigación", indica Díaz. Sus principales incertidumbres en este tiempo tienen que ver con cuestiones de índole personal. "A veces la tesis te pilla en un momento en que te afecta a tu vida personal", subraya ante la tesitura que se plantea para muchas científicas, como ella, cuando quieren ser madres y se ven en la circunstancia de optar entre esa decisión o realizar una estancia en el extranjero. Su grupo acaba de solicitar una patente para determinar contaminación por mercurio. Lo peor de la carrera investigadora, dice, es cuando se les plantea la solicitud de proyectos europeos, que implica una tediosa labor administrativa.
