Querido Rufino: Desde el momento en que LA NUEVA ESPAÑA publicó la escueta nota acerca de tú dimisión como Vicepresidente de la Fundación Marino Gutiérrez Suárez, éste que, desde un poco lejos, nunca dejó de estar próximo a cualquier acontecer, intentó conocer las particulares razones de tu marcha. Como curiosidad, a medida que profundizaba más silencio encontraba, por lo que esos específicos motivos se convirtieron en algo que, para mí, eran un «raro» pábulo, que es lo mismo que «echar leña al fuego»: a mayor silencio, mayor ocultación. Pasados ya unos días, el que suscribe dio el tema por zanjado y un vulgar carpetazo: «ya caerá», pensé yo como si fuese un guaje.

Sin embargo, tal día como hoy, recibo una cariñosa carta tuya y, como eres y siempre has demostrado ser todo un señor, nada «raro» ni agresivo leo en tú correcta escrito, sino más bien todo lo contrario. Por hacer, no haces ni larga historia del quehacer por diferentes sitios y tan solo finalizas con la última dedicación a la Fundación de tu buen amigo, como dices, «tristemente fallecido»: yo también guardo un magnífico recuerdo de su persona y siempre estaré orgulloso de ese trato tan cercano, al margen de pertenecer a su familia, que mantuvimos durante muchos años. Bien, Rufino, muy bien, yo añado algo en la carta que me envías y que es una frase que transcribo del evangelista San Lucas: «Por sus frutos los conoceréis». Así que, tiempo al tiempo y «siéntate a la puerta de tú casa y verás el cadáver de tú enemigo pasar». El que quiera entender?

Me hace gracia el que añadas los años que tienes y yo te recuerdo que el transcurrir del tiempo no lo marca el reloj, sino el espíritu y su fortaleza: hace más quien quiere, que quien puede. Sí me gusta el que ahora pienses más en la familia, aunque estoy seguro de que exageras al utilizar el término privar cuando a ellos te refieres. Ellos estarán orgullosos de tú permanente quehacer diario.

Y no te canso más. Disfruta de lo tuyo y con los tuyos, de los amigos, de los que te asaltan en la calle y muestran su agradecimiento y cariño: a todos ellos te los has ganado. Yo, ya sabes, desde mí «esquina» en LA NUEVA ESPAÑA, te hago seguir el gran afecto y respeto que guardo de la excelente persona que siempre me has demostrado. Un fuerte abrazo.