Cabaceira (Ribeira de Piquín),

T. CASCUDO

«Un niño muy risueño, listo y agradable». Son algunos de los piropos, todo buenas palabras y sentimiento, con que los vecinos de la pequeña aldea de Cabaceira se refieren a Iago Pasarín, el niño de 2 años que el lunes pereció junto a su abuela, Urbana Pin, de 61 años en un fatídico accidente. El coche que conducía la madre del pequeño cayó al río Eo. La mujer estuvo siete horas, atrapada en el vehículo, junto a los cadáveres de su hijo y de su madre. Los vecinos del municipio de Ribeira de Piquín, al que pertenece Cabaceira, aún no se habían sacudido ayer, en el segundo día de luto oficial decretado por el Consistorio, su consternación.

Las banderas a media asta en el balcón del Ayuntamiento de O Chao de Pousadoiro, capital de Ribeira, recordaban el terrible suceso que el lunes vivió este municipio de apenas 800 vecinos. Ribeira, unido al Occidente asturiano por el río Eo y por ser uno de los 14 concejos que integran la Reserva de la Biosfera Río Eo, Oscos y Terras de Burón, dio ayer un sentido adiós a sus hijos en la iglesia parroquial de Santalla, donde se vivieron intensos momentos de dolor con los vecinos arropando en todo momento a la familia. La madre del pequeño, superviviente del accidente, presidió ambos cortejos: el de su madre y el de su hijo. El párroco, José Huertas, resumió: «En Cabaceira lloramos todos». Era cierto.

Aunque ya han pasado días, nadie consigue explicarse qué le pudo haber ocurrido a Elsa Pérez, la mujer de 34 años que conducía el vehículo en el que fallecieron su hijo y su madre, para perder el control del coche. «Quién sabe, lo mismo le pasó algo al niño o a la madre en el asiento de atrás y ella se giró a ver qué pasaba y se le fue el coche», apuntaba Esther Ron. Junto a otra vecina del pueblo de Soutelo, Ofelia Couso, se deshace en halagos para Elsa y toda la familia. «Estamos todos asustados y con lágrimas, era una gente buenísima y esto es una tragedia», asegura Ofelia, amiga de la familia de las víctimas. «Aquí nos conocemos todos», añadió, al tiempo que se confesaba sin fuerzas para asistir al entierro celebrado ayer, a las seis de la tarde.

«Elsa es una niña muy buena, amable y cariñosa con todos, aún me trajo a casa del último entierro que hubo en la zona; si podía siempre ayudaba», dice Ron de la superviviente. «A ver cómo supera esto», puntualiza. Elsa sobrevivió durante siete largas horas -hasta que unos vecinos la rescataron- y consciente en todo momento de que había perdido a dos de sus seres más queridos. Los vecinos afirman que pudo sobrevivir gracias al aire que quedó en el vehículo. «Debió de ser un sufrimiento horrible, sobre todo por ver a su pequeño muerto», indican.

Iago era la ilusión y esperanza de Cabaceira, una pequeña aldea que aglutina unas quince viviendas y en la que vive una veintena de vecinos. Antaño la ganadería y la agricultura fueron la principal fuente de sustento de este pueblo en el que hoy apenas queda gente en edad activa. «Casi todas las casas están cerradas y sólo hay dos ganaderías, cuando antes todos estábamos en esto», comenta la gente del pueblo. Precisamente los padres de Iago son una de las familias más jóvenes del pueblo y seguían vinculados al medio rural. «Aunque no tenían ganado, seguían trabajando y arrendando tierras», dicen en la zona.

En la vía principal de comunicación de este núcleo rural dos vecinas vuelven a poner de manifiesto las bondades de los fallecidos: «El niño era un encanto y la señora era muy buena persona, muy buena en todo. Estas cosas no deberían de pasar nunca».

«Quisiéramos saber qué le pasó para caer al río, por velocidad seguro que no fue porque es un camino muy estrecho y todos sabemos que ahí no se corre», comenta otra mujer. Aunque son muchas las hipótesis, sólo la conductora sabe qué ocurrió y qué motivó la catástrofe.

El camino en el que sucedió el accidente es una vía muy estrecha, casi cerrada por la vegetación y que la conductora utilizaba como atajo hasta la localidad de Boel, donde se incorporaba a una carretera en buenas condiciones. Era un atajo en su camino a Lugo, adonde se desplazaba para una consulta médica de su madre. Al mismo centro hospitalario al que, desgraciadamente, fue trasladada la conductora horas más tarde para ser atendida de sus síntomas de hipotermia. En esta vía entre Cabaceira y Boel es paso obligado un puente sobre el río con unas barandillas endebles que a todas luces no soportaron el embate del coche. Ayer aún era visible el punto del suceso y el lugar por donde los operarios rescataron del cauce del Eo el vehículo. En O Chao do Pousadoiro, capital del municipio -ubicada a unos cinco kilómetros de Cabaceira-, los vecinos tampoco daban crédito a lo sucedido. Hortensio Rancaño explica que conocía a Urbana porque era clienta de su negocio, una tienda ya desaparecida. «Era una mujer buenísima», comenta. Ésa era la frase de todos al referirse a la familia.

En la capital de Ribeira ayer no hubo colegio y apenas actividad, pero hoy la vida volverá, poco a poco, a la normalidad, aunque para la familia Pasarín queda un duro camino por delante.