San Tirso de Abres

Gervasio Novo conoce los secretos del Eo y su tesoro mejor guardado: el salmón. Por eso mueve la cabeza con desaprobación al tiempo que asegura que «pasará mucho tiempo hasta que la especie se recupere». Novo acaba de cumplir 88 años y es uno de los últimos gancheiros de este río fronterizo. Conoció la época de esplendor del cauce y recuerda esos años con cierta melancolía.

Novo nació en 1921 en una familia de agricultores y ya con doce o trece años empezó a ir al río a pescar trucha. Y aprendió sin que nadie le enseñase, «probando», añade. «Me acuerdo de la primera vez que vi dos salmones. Estaban juntos e intenté pescarlos, pero tuvieron que ayudarme».

En 1917, cuatro años antes de que Novo viera la luz, el gobierno convirtió al Eo en el primer río con autorización para practicar la pesca deportiva. Tal concesión se le facilitó al Marqués de Marzales, de tal modo que podía pescar con caña en un tramo de casi cinco kilómetros. «De aquella había salmones por todos sitios. Sólo no los cogía el que no pescaba», relata Novo.

Pero no fue hasta después de la guerra, en 1944, cuando el tramo arrendado a Marzales se reconvirtió en Coto Nacional de Pesca. Este tramo fue uno de los tres cotos particulares que la Dirección General de Turismo autorizó en Asturias. Ésta fue la época más dorada del Eo, donde el protagonista de esta historia vivió sus mejores años como gancheiro.

Novo recuerda que San Tirso se convertía en temporada de pesca en un ir y venir de gente, especialmente gente de dinero, políticos y generales del régimen con Francisco Franco a la cabeza. No le tocó acompañar a Franco, pero sí pescar para él y también ver los enfados de la gente que tenía los días de coto tras el dictador cuando éste decidía prolongar su estancia y les robaba su tiempo: «Cuando venía Franco se cerraban las escalas para que los salmones se quedaran en los cotos».

Cuenta Novo que al principio Franco dormía en un campamento al lado del río y que con los años se marchó a dormir a Ribadeo. «Venía con un séquito impresionante y también traía a su mujer», recuerda.

La temporada se abría en marzo y hasta junio el Eo no paraba de recibir gente. «Fui con pescadores de todas partes: italianos, suizos, franceses? Los asturianos son los que mejor pescan porque conocen el río». Pese a las dificultades de comunicación iniciales por la diferencia de idioma, gancheiro y pescador lograban entenderse. «Algunos hablaban algo, otros traían a alguien que sabía y otros venían con un diccionario e iban traduciendo palabras». Cuenta que en aquellos años se podían ver en San Tirso los mejores coches de toda Europa. «Para meter las cañas en los deportivos que traían te veías negro», bromea.

Novo empezó a ejercer de gancheiro cuando su hermano mayor partió a la guerra. «Él ya era gancheiro, pero tuvo que marcharse, así que aprendí a hacerlo». Cada pescador contaba con seis días y a los que así lo requerían les acompañaba un gancheiro. «Éramos cinco o seis en San Tirso. El guarda solía hablarles a los pescadores de nosotros, luego la gente te conocía y ya te llamaba directamente». De esta etapa sólo quedan Novo y Eloy Cigarrán.

Novo dice que los seis días en compañía del pescador podían ser más o menos entretenidos, en función de las dotes para la pesca de cada uno. «Los turistas hasta las diez no iban para el río y paraban muy pronto. Los que de verdad eran pescadores aprovechaban más el tiempo», explica. Y en conocimientos, alguno que otro «nunca había visto un salmón».

De aquella el salmón apenas si estaba valorado, así que la mayor parte de los que salían del río se mandaban a Coruña en el coche de línea. También se marchó Novo, tras la guerra, cuando le tocó prestar el servicio militar. Estuvo destinado en el Hospital General de Valladolid durante 48 largos meses. Esta experiencia le sirvió para aprender conocimientos básicos de enfermería de los que, a su regreso, sus vecinos echaron mano. «Me llamaban para poner inyecciones o hacer transfusiones. Me levantaba incluso de madrugada para ir a atender a la gente». Y por supuesto, como un favor: «Eran vecinos, qué les iba a cobrar», dice.

A su regreso a San Tirso recuperó su labor como gancheiro, aunque por supuesto esto no fue nunca un oficio en sí, sino un extra para la economía familiar. Novo fue agricultor, socio en una cantera y finalmente maderista. Eso sí, en los meses de temporada de pesca lo suyo era el río.

Como buen conocedor de este cauce, le disgusta la nueva normativa de pesca en Asturias, sobre todo porque no ataja «el abandono del río». Explica que «antes se cuidaba el río y se repoblaba. Los gancheiros ayudábamos a los guardas a limpiar y sabíamos dónde había que cortar un árbol por las posturas del salmón». Había tanto salmón que tras la temporada solían tirar troncos al río para que los furtivos no acabaran con ellos. «Ahora casi me da pena acercarme al río». El mayor salmón que ayudó a capturar pesó 13,700 kilos. Nunca sacó un campanu aunque tampoco lo echa en falta en su curriculum, lo que sí añora son los tiempos del Eo como río salmonero de primer orden.

En un vistazo.

Personal.

Gervasio Novo nació en San Tirso de Abres hace 88 años. Se casó y se trasladó a vivir al Llano, donde sigue residiendo.

Profesional.

Compatibilizó su amor por la pesca con su vida laboral. Primero trabajó en el campo, después fue socio de una cantera y finalmente se retiró como empresario maderero a los 65 años. Siendo gancheiro se dedicó a ayudar y enseñar a pescar pero también vigilaba el cauce. «Controlábamos que se siguiera la ley y que el río estuviera bien», asegura.