Un capitán de ejército del siglo XIX y un campeón nacional de bolo celta son algunos de los vecinos que han dejado huella en el pueblo tinetense de Francos. La localidad, tradicionalmente ganadera, esconde en sus calles la historia del capitán Santos Peláez, quien, procedente de Bustoburniego, se casó en Francos, donde formó su familia y vivió hasta que una bala le quitó la vida.

Fue durante una de las batallas de las guerras civiles que tuvieron lugar en España en el siglo XIX, las conocidas como Guerras Carlistas. Concretamente, Peláez fue herido en el pueblo de La Mortera. Sus descendientes rememoran la historia, que ha ido pasando de generación en generación, de cómo el capitán fue operado, sin éxito, en su casa de Francos, que todavía se mantiene en pie. "Lo operaron en la galería de la casa, pero no pudieron sacarle la bala y murió aquí", relata Lolita Fernández, casada con Jovino Peláez, bisnieto del capitán.

Además de su historia, del capitán queda en el pueblo un recuerdo vivo en forma de tejo, que se levanta, robusto, en la zona alta de Francos, donde está situada su casa, en la que actualmente habitan sus descendientes.

Precisamente, de su misma familia es el campeón de bolo celta de España y de Asturias en varias temporadas, Jovino Peláez. La pasión por los bolos en Francos viene de muchas décadas atrás. Lolita Fernández recuerda que tradicionalmente todos los domingos, al finalizar la misa, "se quedaba a jugar a los bolos en la plaza e incluso se hacían torneos para conseguir dinero para la fiesta. Luego los jóvenes empezaron a tirar de ello y ahora hay una bolera de competición nacional en el pueblo de al lado, en La Oteda, y están federados", remarca Fernández.

La localidad, situada en una zona soleada, con buenos terrenos para pastos, se dedicó por completo a la ganadería, en su mayoría de producción de leche. Sin embargo, la falta de relevo generacional hizo que la mitad de sus casas se cerrasen y su número de habitantes quedase reducido a menos de una treintena. Una situación que no extraña a sus vecinos, puesto que aseguran que la situación ganadera actual obliga a su cierre, "sobre todo ahora con la desaparición de las cuotas lácteas", remarcan.

A pesar de ello, en Francos se mantienen tres ganaderías, una de leche y dos de carne, una de ellas puesta en marcha recientemente por un matrimonio joven que, ante la falta de expectativas laborales, optó por volver al campo y dedicarse a esta actividad.

En Francos no hay queja de la actual situación del pueblo, máxime teniendo en cuenta que hacia los años 60 "estaba incomunicado y tuvieron que ser los vecinos los que empezaron la carretera", cuenta Fernández. Ahora "tenemos todos los caminos asfaltados y, para un pueblo con tan pocos habitantes, eso es suficiente", asegura otro vecino, que explica cómo la pérdida de población hizo que desapareciese la tradición de celebrar la fiesta del pueblo.