Por encima de las palabras, las de Rajoy por un lado y las de Fernández de la Vega por otro, también vuelve a ser desalentador el nuevo encuentro a solas del presidente del Gobierno con el principal líder de la oposición. Ninguna esperanza, por ahora, respecto a un frente común contra ETA donde estén el partido que gobierna y el partido que gobernará antes o después.

Aparte de contarle que piensa comparecer la semana que viene en el Congreso, y que el ministro Rubalcaba hablará este martes con los portavoces parlamentarios, nada realmente novedoso le dijo Rodríguez Zapatero a Mariano Rajoy en su entrevista del lunes.

La conversación giró básicamente sobre la posibilidad de reactivar el Pacto Antiterrorista. O sea, sobre esa petición concreta e imperiosa de Rajoy, como clave de la «unidad» contra ETA, y la consabida negativa de Zapatero a sacar del trastero un instrumento inservible, a su juicio. «Fue algo pensado para el año 2000. Estamos en el 2006 y han pasado muchas cosas», explicó la Vicepresidenta.

Se puede aceptar la argumentación de Moncloa sobre los estragos causados por el paso del tiempo en el llamado Pacto Antiterrorista. Empezando por su carácter bilateral, pues sólo implica al PSOE y al PP, como es sabido. Pero no hay razón que impida reasumir su espíritu y sus contenidos básicos, con vocación de implicar al resto de los partidos. Aunque sea con un nombre distinto.

Importa el contenido y no el envase de la política antiterrorista que, en clave de unidad democrática frente a ETA, trató de explicar este lunes el presidente Zapatero al líder del PP. Si la presunta nueva política, tras el escarmiento del 30-D, pasa por la forja de un frente común no para dialogar sino para acabar con ETA, ningún inconveniente debería tener el PP para apoyar tan saludable objetivo. Pero tampoco es desechable la duda de si Moncloa usará las trampas semánticas de un discurso sin «certezas» -como diría Rajoy-, para encubrir su intención de volver a las andadas a medio plazo. Fundado y comprensible temor del PP.

Véase lo que está ocurriendo en Bilbao con la controvertida convocatoria de Ibarretxe a la manifestación del sábado que viene. Si finalmente los socialistas desfilan detrás de una gran pancarta por la «paz» y el «diálogo», la política de firmeza y el carpetazo a los tratos con la banda terrorista ya empiezan con déficit de credibilidad. Pero si se confirma que el «punto final» y la «firmeza» van en serio, la incorporación del PP se daría por descontada. Y si no, peor para el PP.