Puede considerarse que ha comenzado nuevamente, aunque ahora con carácter semántico. Los políticos, que parecen saber de todo, se han empecinado desde el Regeneracionismo de Joaquín Costa en solucionar el problema de los recursos hídricos, cuando eso debería corresponder a los técnicos. Costa procedía de una familia campesina aragonesa habituada a riadas, desbordamientos, sequías y escaseces.

Los políticos de nuestro tiempo se arman un trabalenguas con trasvase, transferencia, transfusión, trasiego, mudanza y mutación. El nuevo ministraje y la nueva oposición están, como siempre, mareando la perdiz.

Rodríguez Zapatero empleó el término «trasvase» como un genérico y en eso radica el malentendimiento.

En la mesa de casa, cuando dices que se ha olvidado el mayordomo de poner el pan, no matizas si hogaza, zapata, pistola, barra, vienés, riche, libreta, rosca, bollo de cuernos, baguette, de molde, candeal, integral o ázimo.

Este pasapalabra es la aportación de los políticos actuales al drama del área metropolitana de Barcelona, la necesidad de los regantes del delta del Ebro y de los huertanos levantinos.

El malentendimiento alcanza, incluso, dentro de los mismos partidos por aquello de que «lo mío es para mí y lo tuyo para compartir».

El problema: la guerra entre comunidades continuará mientras no haya un arbitraje de técnicos expertos y neutrales que decidan con carácter, no solamente transitorio, sino para siempre.