Día de la Hispanidad, y uno se pregunta si a los gobernantes de aquí y de allí -del otro lado del Atlántico- les interesa tal cita, porque en esta orilla los hay que se avergüenzan de ser españoles, y en la otra son bolivarianos, que es la pura negación de la Hispanidad. Cómo estará el patio que, dicen, en el desfile de hoy en Madrid no pondrán tribunas para el público, a fin de evitar que silben a Zapatero como en años anteriores.

Hispanidad y el Pilar, pero, a ver quién es el guapo que canta aquello de «la Virgen del Pilar dice / que no quiere ser francesa / que quiere ser capitana / de la tropa aragonesa», si hace un año para celebrar el Dos de Mayo Zapatero regaló a diestro y siniestro el libro «Afrancesados».

Como no celebremos el Nobel de Obama. Una de dos, se lo han dado porque aún estrenando cargo ya está en las últimas y necesita una fuerte inyección de imagen o porque, puesto que lo presentan como campeón de la desnuclearización -ojo, tiene más bombas atómicas que nadie-, está a punto de armarse una gordísima, y nada mejor que la vitola del Nobel de la Paz para lanzar lo que haga falta.

Quizá, y alternativamente, se pueda celebrar el «caso Gürtel», pero, cuidado, que, según se acaba de saber, el fiscal ocultó declaraciones favorables a Camps y obtenidas secretamente de conversaciones entre detenido y su abogado, algo propio de las dictaduras. ¿Y si el «caso Gürtel» acaba en bumerán?

Por mi parte, voy a celebrar la subida a los altares de Rafael Arnaiz, entre la indiferencia de la Asturias oficial: como era un señorito de Oviedo, ni flores. Y recuerdos y honras para el cabo Cristo Ancar, muerto en Afganistán, que pidió el bautismo cuando agonizaba, circunstancia que, claro, apenas se ha subrayado, ya que es políticamente muy incorrecto.

(Para la terapia de esta semana se recomienda vivamente «Cuando salí de Cuba», hermoso himno a la libertad de Luis Aguilé).