No ha dicho nunca nada al respecto, ni siquiera se ha calzado los guantes de boxeo político y ya están poniéndole una alfombra roja para que llegue, cómodo y rápido, hasta la Presidencia del Principado. Incluso hay cola para tantear recomendaciones. Me refiero, claro, a Francisco Álvarez-Casos y su consumada estrategia de lograr, sin un pestañeo, que le abran el camino.

Un dirigente del PP decía anteayer anónimamente que «no podrá entrar como un elefante en una cacharrería». Pues, señor mío, esa es la cuestión pero vista al revés, porque Cascos es un elefante y el PP asturiano una cacharrería y no va a jugársela acompañado de una legión de perdedores. Es más, el aclarado se barrunta tan radical que algunos ya andan buscan refugio en el Ayuntamiento de Oviedo, que acabará como el camarote de los hermanos Marx. Incluso, aún más anónimamente, hay quien dice que en el refugio carbayón no habrá sitio ni para Gabino de Lorenzo -es cuestión de espacio y el aparato, en su huida, puede exigir la Alcaldía-, que algo debe saber porque el viernes se tiró un farol sospechoso al decir «los Gabinos tenemos un secreto sobre la longevidad en el cargo». Por cierto, sobre la marcha fue replicado con sabia humildad por el arzobispo Sanz, que afirmó: «No me suscita deseo la longevidad en el cargo que ustedes exhiben sino la juventud en el ánimo».

A lo que iba, para encabezar la cacharrería que no cuenten con Cascos. Dicho de otra manera, para ganar no vale lo hay, así que o se van por las buenas -y se meten todos en el Ayuntamiento de Oviedo, vuelto lata de sardinas- o por las malas o, en fin, todo seguirá igual y el PP volverá a perder.