Zapatero ha dicho en Londres que el Gobierno sólo reducirá el déficit cuando la recuperación económica en España sea activa. El problema es que, según los economistas, el país no podrá volver a crecer hasta que no se produzca el recorte de 50.000 millones de euros en cuatro años exigido por Bruselas en su programa de estabilidad. De manera que lo uno no podrá ser sin otro, y no se trata, en este caso, de si fue antes el huevo o la gallina. Hay quien dice que el presidente del Gobierno se conduce como un boxeador sonado o que la suya es la alucinación del hippie cuando habla de la actual coyuntura económica como si se tratará de algo a discutir entre un pelado y un banquero o cuando en vez de intentar ganarse la confianza de los mercados lo que hace es espantarlos arremetiendo contra ellos, como el pasado viernes en la City.

Este tipo de cosas de Zapatero yo las veo ya como ocurrencias, como el que habla a humo de pajas. El discurso de hoy se contradice con lo que ha venido manteniendo la Ministra o el secretario de Estado de Economía, y mañana puede ser radicalmente diferente. Llamazares lo quiere por lo que ha dicho en Londres, con dos cojones, y que se jodan los mercados, y dentro de unas horas puede verse defraudado si no mantiene lo que él llama el impulso público para salir de la crisis, es decir, el gasto presupuestario que España no se puede permitir en las condiciones actuales si lo que quiere es cumplir con la estabilidad y emprender el verdadero camino de la recuperación.

José Manuel Campa dijo una cosa en Londres, y Zapatero, que lo contrató se supone que para aplicar el sentido común a la economía, otra totalmente distinta. Debido a estos bandazos y por todo lo que está sucediendo, la pregunta es ¿por qué se nombró secretario de Estado a un señor que predica cosas diametralmente opuestas a las del presidente del Gobierno? No se entiende.