Esto es un cuento de primavera con escenario en mi pueblo. Tras la vuelta de un corto viaje a Madrid, acercose una gijonesa sobre la medianoche del pasado viernes a denunciar en la Comisaría de la Policía Nacional en El Natahoyo el supuesto robo de su coche que había desaparecido del lugar en donde lo había dejado aparcado. Allí fue informada de que el vehículo estaba en el depósito municipal de Tremañes. Solicitó la ciudadana -que iba debidamente documentada- se le anotasen las señas del tal depósito, negándose a ello el probo funcionario porque, al parecer, no entraba dentro de sus funciones. La denunciante, entonces, realizó amargos comentarios acerca de la falta de cortesía del funcionario. Nunca lo hubiera hecho, porque a partir de ahí empezó el baile.

El resultado es que quien fue a denunciar la desaparición de un coche terminó pasando la noche en el calabozo, previamente cacheada, obligada a desnudarse, sometida, según declara, a un cierto trato vejatorio -tuvo que escuchar lindezas tales como que «en tu país no necesitáis sujetador»- y hasta zarandeada, porque la situación le provocó un considerable estado de alteración emocional. Al comentar la retenida ciudadana que tenía en casa a su hijo de 11 años de edad, fue informada por los diligentes y preocupados funcionarios de que se daría parte a los Servicios Sociales de que había dejado solo al niño. Tuvo los reflejos suficientes la retenida para contestar que una cosa es que la esperase en casa y otra que estuviese solo. De todas formas, no le fue permitido llamar por teléfono ni avisar a un abogado, tal como ella solicitó, y hasta en una primera instancia no le fue proporcionado papel higiénico al precisar hacer uso del servicio. El sábado al mediodía, tras haber sido trasladada a los calabozos del Juzgado, fue puesta en libertad, sin cargos y sin haber visto al juez de guardia. El parte de lesiones, tras haber pasado por el Hospital de Cabueñes, indica que la ciudadana presenta policontusiones sin fracturas.

Parece incomprensible, pero, no obstante, nuestra conciudadana se pregunta si de no haber sido por el color de su piel el trato en la Comisaría hubiera sido el mismo. Al parecer, por muy española que seas, si tu padre, también español, proviene de la antigua provincia española de la Guinea Ecuatorial, te queda una suerte de marca indeleble de la que puede depender el trato recibido al interponer una denuncia en nuestra Comisaría. Y esto es ya muy feo.

Este síntoma, como otros recientes, es indicador de que algo no correcto sucede en este departamento gijonés de la Administración General del Estado. Que acontecimientos impropios tengan lugar en un departamento de atención al público es muy preocupante y no vale que se despachen con una simple petición privada de disculpas. Todos reconocemos lo ingrato de la tarea de las fuerzas del orden y de la magnífica labor que desarrollan, pero ello no es disculpa para actitudes funcionariales impresentables que deben ser inexcusablemente depuradas.