La cultura se construye vinculada a las formas de organización económica, social y política del momento y lugar en que se da. Depende estrechamente de ellas y se ve influida e influye en ellas. En la sociedad capitalista en que vivimos la cultura está mercantilizada, con ella se fomenta un ocio basado en el consumo de los ciudadanos, sin que se traduzca en un enriquecimiento de los mismos, sin que se potencie que tengan un papel activo la sociedad, un espíritu crítico, y sin que se dé un verdadero acceso universal a la misma. Nos limitamos a elegir, de entre las opciones que se nos presentan, las que podemos pagar y que generalmente aportan poco al desarrollo de valores solidarios, al crecimiento personal y comunitario, así como a la potenciación de la participación cultural y creativa de la población en general. La cultura no debe identificarse con la producción de materiales culturales para un consumo masivo, que transmitan los valores de la clase dominante (individualismo, consumo, estereotipos, competitividad?) para ser asimilados por la población sin rastro de crítica, generando ciudadanos sumisos, pasivos, masas aborregadas que aceptan las reglas del juego sin preguntarse si merece la pena o si rompemos la baraja.

Frente a esto reivindicamos un papel activo de la ciudadanía en la cultura, a través de una educación crítica, que no trate de perpetuar el statu quo existente, sino que enseñe a pensar por uno mismo, fomente la creatividad e imaginación y facilite el acceso a la cultura a todas las clases sociales. La cultura debe generar la inquietud y motivación de ir más allá de lo que nos ofrecen, debe hacer pensar, en vez de perpetuar los valores ideológicos y estilos de vida que interesan a unos estamentos sociales determinados tanto en lo económico como para mantener su poder ante la falta de alternativas mejores, más justas, que no es que no existan, sino que se ocultan e ignoran.

Tampoco podemos fomentar un modelo cultural elitista, que sólo unos pocos comprenden y disfrutan. El acceso a ella viene determinado por la posición social que se ocupa. Se debe potenciar el acercamiento e interés de la población por la cultura como hecho popular, pero desde planteamientos socialmente comprometidos y no mercantilistas, garantizando la independencia de los creadores y con financiación pública para la promoción de artistas emergentes, así como llevando la cultura a las zonas rurales y socialmente más desfavorecidas. La cultura no es patrimonio de su creador, sino del pueblo y por tanto su acceso no debe limitarse económicamente.

El período de la II República fue ejemplo tanto en lo cultural como en lo educativo de que otra forma de hacer las cosas es posible. Por eso desde la organización del PCA de Langreo hemos decidido dedicar esta VII Semana cultural Dolores Ibarruri a la cultura y educación en este período.