En el mundo existen dos linajes de urogallo claramente diferenciados desde hace más de 100.000 años. Uno de ellos habita los bosques de coníferas del centro y norte de Europa y gran parte de Asia, y su población se acerca a los cinco millones de individuos. El otro vive en unos pocos enclaves del sur de Europa y su población mundial no parece sobrepasar los 10.000 ejemplares. La Cordillera Cantábrica alberga una de las pocas poblaciones de este raro linaje meridional. Al contrario que sus parientes más norteños, los urogallos cantábricos viven casi exclusivamente en bosques caducifolios en los que los pinos desaparecieron hace miles de años. Tras el descenso que su población ha experimentado en las últimas décadas, la especie se encuentra actualmente al borde de la extinción. Recientemente la administración asturiana ha señalado que el urogallo casi ha desaparecido del centro y oriente de la región, aunque todavía parece subsistir en el extremo occidental.

A lo largo de las últimas décadas, la gestión del urogallo ha estado centrada en constatar su declive poblacional. La administración y algunos grupos conservacionistas atribuyen el problema a un aumento de la depredación, la competencia con otros herbívoros como el ciervo y la pérdida o baja calidad del hábitat. Incluso se ha llegado a señalar el abandono del campo como causa de la desaparición del urogallo. Recientemente, el agravamiento de la situación ha propiciado la puesta en marcha de un plan de actuación que está centrado en la intervención intensiva del hábitat y la cría en cautividad. Para la administración, éstas parecen ser las únicas vías para salvar al urogallo de la extinción. La gestión del hábitat consiste en la apertura de claros en el bosque y el matorral, mediante talas y desbroces, con la intención de favorecer el desarrollo del arándano, uno de los principales alimentos del urogallo. El programa de cría en cautividad se basa en el establecimiento de una población cautiva a partir de huevos retirados de la población silvestre. Su objetivo es producir jóvenes urogallos que en el futuro puedan ser liberados en las zonas en las que el hábitat haya sido recuperado.

La cría de urogallos en cautividad es factible. Desde hace décadas, numerosos programas similares al iniciado en Asturias han producido miles de jóvenes urogallos en varias regiones europeas. El problema es que todos ellos han fracasado en el siguiente paso, el de conseguir que esas aves lleguen a establecer una población silvestre viable. Es por ello que este tipo de programas ha sido expresamente desaconsejado por los especialistas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Por otra parte, la información científica disponible sobre el urogallo cantábrico es muy escasa. Se desconocen las causas del declive, y hasta ahora los únicos problemas documentados con certeza son la pérdida y fragmentación de los bosques en que vive. Nada se sabe sobre el impacto de los depredadores ni en la actualidad ni en el pasado. Tampoco se ha analizado si la abundancia de arándano constituye un problema para la especie, ni existen evidencias que sugieran la necesidad de abrir claros en los bosques cantábricos para favorecer la expansión de esta planta. Talar árboles no parece además razonable, cuando estamos hablando de bosques naturales y de una especie forestal. Hay que tener en cuenta que las talas suponen una alteración muy importante en un tipo de hábitat en el que viven muchas otras especies. El plan de actuaciones carece por tanto de respaldo científico y documental. A esta carencia, se suma el hecho de que los últimos urogallos cantábricos están fundamentalmente confinados en los bosques más occidentales de la Cordillera, en la mayoría de los cuales apenas hay intervención humana. Esto sugiere que esa intervención no sólo es innecesaria sino que puede resultar contraproducente. En definitiva, la gestión del urogallo cantábrico se ha organizado en torno a especulaciones y no a los conocimientos existentes.

Recientemente la prensa se ha hecho eco de la aprobación por la Unión Europea de un proyecto LIFE dotado con varios millones de euros. Si las noticias publicadas son correctas y el proyecto está destinado a financiar estas actuaciones, su puesta en marcha constituirá una mala noticia para el urogallo y para toda la fauna forestal de la Cordillera Cantábrica.

Por otra parte, paradójicamente, las distintas administraciones continúan permitiendo o promoviendo actuaciones que destruyen los bosques. La construcción de nuevas infraestructuras y la explotación del hábitat son una constante en el área de distribución del urogallo cantábrico. A ello se suman las miles de hectáreas de bosque y matorral que se queman cada año.

Hace unas semanas se inauguró un nuevo centro de interpretación en Tarna, la «Casa del Urogallo», cuyo objetivo es dar a conocer la especie a la sociedad e incrementar el grado de concienciación sobre la importancia que tiene su conservación. Aunque la divulgación y la concienciación social son muy importantes, actualmente es mucho más necesario adoptar una estrategia de gestión sólidamente fundamentada que aumentar el grado de conciencia social. Hay que abandonar la especulación y comenzar a gestionar la naturaleza con criterios razonados basados en conocimientos científicos. Es probable que el urogallo no necesite de grandes inversiones, sino de voluntad para proteger su hábitat, y para promover las investigaciones necesarias que permitan desentrañar las causas de su declive. Sólo conociendo estas causas podremos diseñar medidas eficaces que ayuden a eliminarlas.