Un partido no hace verano, pero da pistas y abre un rosario de incógnitas. ¿El sistema de juego de la Roja está al día o se le ha pasado definitivamente el arroz?

El once español es la quinta esencia de la horizontalidad, de la transversalidad y de la diagonalidad. Un equilibrio perfecto, un modelo apolíneo ganador, pero ¿no acabamos de ingresar en una era dionisiaca según la distinción de Otero Novas con propósitos globales?

La selección hasta hace poco era una calamidad y Luis Aragonés cosechaba ridículos y escándalos encadenados, pero de pronto todo cambió entre jugones y tiqui-tacas y se convirtió en la estilización máxima del sentido apolíneo; juega prácticamente con un 5-5, una nube electrónica cuántica donde todos están en todos los sitios según una geometría maravillosa.

Durante décadas, la selección, más dionisiaca que nadie -lo suyo era ¡la furia!- perdía siempre porque eran tiempos apolíneos en el panorama del balompié y en todo lo demás. Cuando por fin se reconvirtió a lo apolíneo empezó a cosechar éxitos, pero, ay, de pronto la crisis le dio la vuelta a todo y ahora puede quedar fuera de juego.

Suenan las vuvuzelas de los héroes y atlantes en los oídos de los estetas y estilistas formados en el Nou Camp. Pero Mou ha explicado cómo se los puede derrotar y todo el mundo parece haber aprendido la lección. Ítem más, si en punta tenemos un niño y un guaje, ¿cómo luchar contra gigantes y césares, arquetipos del fútbol auroral, ya que son paradigmas del nuevo mundo? Los confederados derrotaron a los federales.

Dicho en los términos de la pura actualidad, la Roja necesita una ola de despidos procedentes que, sin duda, serán contestados con una huelga general de verdad -dionisiaca, no el sucedáneo apolíneo que proyectan-, así que el truco de presentar la reforma laboral prácticamente en el descanso del partido ha naufragado, la política de estilista es puro pasado, el ministro de Deportes con disfraz de presidente del Gobierno es un doble fracaso y...