Recuperar la figura del aprendiz es una urgencia para los miles de jóvenes asturianos que ven frustradas sus expectativas personales por la lacra del rampante desempleo, pero no lo ha sido para los políticos, ajenos hasta la semana pasada a la importancia de la formación profesional dual, que combina las clases teóricas con las prácticas en las empresas. LA NUEVA ESPAÑA ha venido reivindicando una reforma educativa que permita implantar en Asturias un modelo que dio excelentes resultados en el pasado y triunfa en países europeos como Alemania. La triste realidad laboral de tantos jóvenes no admite más demora por parte de políticos más ocupados de sus intereses personales y de partido que de lo que importa al ciudadano.

Pocas cosas pueden satisfacer tanto a un periódico como comprobar que su línea editorial ha acertado al dirigir la atención a las cuestiones realmente importantes y que de ello se derivan beneficios para la comunidad. Una de ellas tiene que ver con la reforma educativa, asunto pendiente que castiga a la mitad de los jóvenes españoles a encontrarse sin expectativas de trabajo en un momento especialmente duro de la economía. España es el país de Europa con más fuerza laboral desubicada en relación a su nivel de estudios. Únicamente Chipre la supera en subempleo, y Turquía, en estudiantes que desisten.

El mérito del esfuerzo ha sido desplazado por las disparatadas condiciones del crecimiento en los últimos años, basado en la vivienda y el turismo, dos sectores para los que no se requería la cualificación necesaria que exigen otras formas de ganarse la vida. Cualquiera podía creerse que servía para oficios menores que le resolvían la papeleta laboral, de modo que ¿para qué estudiar o adquirir una formación? La perspectiva ahora es diferente, con unas cifras galopantes de paro que colocan a Asturias a un paso de los 100.000 desempleados y un país ocupado casi exclusivamente en detener su sangría cumpliendo con los duros ajustes que impone la Unión Europea.

LA NUEVA ESPAÑA reflexionaba el pasado 12 de febrero en un editorial sobre cómo habría que reemprender el adiestramiento de una generación que ya no va a encontrar acomodo en la burbuja en la que hemos vivido, dado que los puestos que ocuparon ya no existen, de manera que tendrá que aspirar a otros de mayor exigencia. Decíamos que los sectores avanzados, los servicios sofisticados y la industria de alta tecnología están llamados a tomar el relevo en el modelo productivo. No cabe hacerse otra ilusión.

En esos nuevos horizontes formativos emerge una vez más la figura del aprendiz, que se perdió en los primeros años de la Transición por una errónea visión laboral de los sindicatos, que en aquellos momentos creyeron ver en esta fructífera idea formativa un mecanismo de explotación en manos de las empresas. La figura clásica del aprendiz, tan asociada a la cultura laboral asturiana, está vinculada a la industria metalmecánica, que jamás ha dejado de ser uno de los motores fundamentales de la región y que en el futuro está llamada a desempeñar un papel igualmente protagonista, sobre todo tras la caída de la construcción.

Pero ¿qué es el aprendiz? Se trata del beneficiario de una fórmula profesional dual que en Asturias se aplicó por medio de las escuelas de Ensidesa, de la Universidad Laboral, de las fábricas de armas..., arraigada en países como Francia, Alemania o Suiza, que la utilizan para formar a los trabajadores en las necesidades de la producción. Supone compaginar las clases de la llamada FP con las prácticas remuneradas en las empresas mediante becas de formación.

La idea de los aprendices del siglo XXI que LA NUEVA ESPAÑA lleva casi tres décadas reclamando recuperar forma parte desde la pasada semana de las claves del nuevo modelo de Formación Profesional dual que se quiere implantar en Asturias de manera experimental para favorecer la inserción laboral de los jóvenes. A raíz de unas jornadas organizadas por el Principado, el Gobierno regional, los empresarios y los sindicatos mostraron su voluntad de volver a la figura del aprendiz después de que técnicos alemanes, franceses y suizos explicaran las ventajas del sistema mixto formativo y laboral aplicado en sus países.

Anima ver cómo se acepta ahora algo que primero se abandonó, aunque se haga después de muchos años perdidos en los que apenas nadie se daba cuenta de lo importante que resultaba recobrar la experiencia de los aprendices. Y no porque este periódico no insistiera en ello a través de informaciones, artículos y editoriales. Precisamente, el ingeniero alemán Rolf Beyebach, residente en Gijón, defendía estos días el sistema que combina estudio y trabajo recordando un reportaje fechado en 1984 en el que LA NUEVA ESPAÑA se ocupaba de la formación dual como un asunto importante en la educación profesional de los jóvenes.

Beyebach se felicitaba de que, después de todo este tiempo, Asturias se haya puesto al fin de acuerdo en recobrar una fórmula envidiada en todo el mundo y que en Alemania permite cada año que unos 700.000 jóvenes emprendan una formación doble en nada menos que 200 profesiones distintas. Aplicar en España lo que en algunos medios de comunicación se ha calificado como El Dorado de la formación profesional alemana no debería suponer un esfuerzo ingente, pero cabe abrigar dudas razonables por la capacidad que tienen nuestros políticos para ocuparse de lo que les interesa y desentenderse de los problemas y las soluciones que afectan al común de los ciudadanos.

El hecho de que la voluntad de recuperar la figura del aprendiz en Asturias se abra paso en medio de una situación política incierta y con un Parlamento disuelto no hace más que arrojar interrogantes sobre el verdadero interés de los partidos y de los agentes sociales en poner en marcha un asunto como éste, de vital importancia en la reforma educativa que esta sociedad demanda.