Los datos oficiales indican que Gijón padece con más crudeza que otras ciudades de parecidas características poblacionales los rigores de la alarmante situación económica española. Por sus condiciones, la ciudad más poblada de Asturias, tiene unos pocos polos que son fundamentales para su desarrollo y su estabilidad. En uso de la frase tópica se puede decir que cuando uno de esos polos tose Gijón se acatarra.

Son, sin duda, Arcelor-Mittal y el puerto de El Musel los dos principales polos de la economía gijonesa, por no decir de la asturiana. En el caso de la planta siderúrgica, cuyos graves problemas y futuro incierto han sido analizados con profusión en este periódico, la noticia que publicaba ayer LA NUEVA ESPAÑA provoca, sin duda, un sentimiento de sana envidia con los ciudadanos de la población francesa de Florange, donde Mittal va a realizar una importante inversión para potenciar la factoría con la reapertura de dos hornos altos gracias a la presión realizada por la Presidencia de la República francesa.

En el caso de El Musel, cuya cuenta de resultados ha entrado en pérdidas después de dos décadas de ganancias, no se conoce algún paralelismo con puertos franceses, pero está claro que la instalación gijonesa no vive sus mejores días a pesar de la ambiciosa y costosa ampliación a la que ha sido sometida. Las pérdidas no son tan alarmantes como las cifras totales indican, ya que pudieron ser aminoradas de haberse acogido a criterios contables distintos a los adoptados por los responsables portuarios. Pero los matices de la contabilidad no pueden ocultar que los disparados costes de la ampliación, cuyo pago final está en los tribunales por el pleito planteado por la UTE que hizo las obras y que se siente perjudicada con la liquidación, van a lastrar las cuentas muselinas en los próximos ejercicios. El Musel es un capítulo fundamental en la economía gijonesa y su buen funcionamiento y su proyección de futuro son claves para la ciudad y las principales industrias asturianas que usan el puerto gijonés para la entrada de sus compras y las salidas de sus ventas.

Arcelor y El Musel están ligados estrechamente. Cuando la firma siderúrgica está planteando una reducción de costes para hacer más rentable la factoría gijonesa no puede encontrarse con una subida de las tarifas portuarias del treinta por ciento. La anunciada subida se convierte ahora mismo en un riesgo para el puerto gijonés y para el futuro de un complejo siderúrgico vital para Gijón y Asturias.

La situación planteada va más allá, sin embargo, de los avatares de un puerto y de una importante industria siderúrgica; indica con rotundidad la orfandad gijonesa de un liderazgo fuerte y asentado, capaz de afrontar con decisión y conocimientos los serios problemas que están sobre la mesa. Con un Gobierno autonómico en funciones y sin un solo gesto que escenifique desde su toma de posesión su implicación en estas vitales cuestiones y con una alcaldesa que pretende entrar en ellas tocando de oído la cantinela de que todas las culpas son de la herencia recibida, Gijón siente escalofríos ante un futuro cargado de negros nubarrones. Una ciudad sin liderazgo político tiene muy complicado remontar una situación preocupante, que no se va a solucionar con la apertura de cuatro sidrerías y tres confiterías, ni con una lluvia de concursos gastronómicos. Los hondos problemas gijoneses reclaman de políticos regionales y locales capaces de afrontar las características locales de la crisis con decisión y capacidad de maniobra. En suma, el Gijón de estos días reclama liderazgos sólidos y capaces que ahora mismo, por desgracia, no se ven.