Opinión

Días para reflexionar

El desconcierto general que provoca la carta del presidente del Gobierno

EN IMÁGENES: concentración en Oviedo en apoyo de Pedro Sánchez

EN IMÁGENES: concentración en Oviedo en apoyo de Pedro Sánchez / Analia Pello

Nadie sabe nada. El desconcierto es general. Todo son conjeturas. La misiva enviada por el presidente del Gobierno a través de una red social, sin compartir su contenido ni comparecer en público, es un hecho insólito. Es comprensible que se sienta muy afectado por la forma en que algunos diputados y un sector de la prensa tratan a su mujer, incluso si las imputaciones estuvieran justificadas, y su confesión mueve a la solidaridad. No obstante, mientras ejerza el cargo, por encima de la circunstancia personal en que se encuentre, tiene una responsabilidad. En el funcionamiento de una democracia como la nuestra, catalogada de plena, que el jefe del Gobierno anuncie que se toma por su cuenta unos días para comunicar si renuncia es una anomalía. Una más de las muchas que se vienen produciendo en la última década.

Esta no es la primera vez que Pedro Sánchez se enfrenta a las dudas, propias o ajenas, sobre su continuidad en la vida política. Tras su dimisión de la secretaría general del PSOE, las resolvió presentando de nuevo su candidatura. Ante el dilema de votar la investidura de Rajoy optó por abandonar el escaño. También tuvo momentos de vacilación cuando le hicieron ver la oportunidad de una moción de censura. Visto el resultado de las elecciones locales celebradas el año pasado, a la mañana siguiente, antes de reunir al Consejo de Ministros, convocó por anticipado las generales para clarificar las preferencias, progresistas o reaccionarias, de los votantes. Ahora, recién investido, le ha asaltado la duda de si merece la pena seguir y se ha retirado a meditar en solitario. Como se ve, Pedro Sánchez siempre ha superado sus frecuentes zozobras actuando con más determinación. Así ha ido marcando los hitos de su trayectoria política.

Las reacciones a la carta se han dejado llevar por la inercia. La izquierda denuncia actitudes antidemocráticas y llama a una movilización en defensa de la legitimidad del gobierno de coalición, los socialistas con mayor intensidad que sus socios parlamentarios de la izquierda nacionalista. La derecha, incrédula, acusa a Pedro Sánchez de idear una estratagema con el fin de neutralizar los controles, parlamentario, mediático y judicial, al Ejecutivo y buscar réditos electorales. La vida política en España se hace cada vez más al margen de las instituciones y las pautas democráticas, y la división entre los partidos y los votantes es más profunda.

El hermetismo de Pedro Sánchez ha dado pábulo a todo tipo de elucubraciones sobre la motivación y el objetivo de su carta. En medio de la incertidumbre creada, se analizan las opciones previsibles. La primera es que el presidente del Gobierno confirme su continuidad. Dar marcha atrás, en esta ocasión, tendría un coste superior en credibilidad política. Sería una decisión respetable, y quizá la más conveniente para el país, pero no merecería un aplauso. La dimisión activaría sin más el procedimiento para efectuar el relevo, pero provocaría una fuerte controversia, que es ya palpable. Salvo que la verdadera razón de Pedro Sánchez estribe en la complicada situación política, y lo que pretenda en realidad sea reafirmar la coalición parlamentaria que sostiene al Gobierno, algo resquebrajada por el lado de Junts, carece de sentido plantear una cuestión de confianza. Por último, dentro de un mes cabe convocar elecciones. Pero, aún recientes las últimas celebradas, con las encuestas a favor del PP, sin conocer el desenlace de las catalanas ni el resultado de las europeas, esta opción se antoja muy improbable.

Así estamos, perplejos y jugando a las adivinanzas. Ante la actitud adoptada por su líder, los socialistas piden a los españoles que reflexionemos sobre los peligros que amenazan la democracia. Lo cierto es que hace tiempo que algo no va bien. Los principales problemas de nuestra democracia son los mismos que aquejan a las más avanzadas, si acaso agudizados por el comportamiento del personal político. La sociedad española está dando muestras de tener mucho aguante, pero un 69% de los encuestados por un diario conservador opina, según datos publicados ayer, que este país no está preparado para tanta inestabilidad política. La democracia exige una reflexión permanente, que nos concierne a todos, partidos que practiquen el juego limpio en la competición electoral y ciudadanos atentos. El anuncio de Pedro Sánchez nos invita a hacer una reflexión pendiente y a poner las cosas de nuestra democracia en su sitio, incluido el presidente del Gobierno. Solo si tuviera ese efecto, podría ser aceptable este desplante.

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