Opinión

Sánchez, Gila y Felipito Tacatún

De "alguien ha matado a alguien" al "yo sigo" del presidente del Gobierno

Jordi Évole y Pedro Sánchez.

Jordi Évole y Pedro Sánchez. / laSexta

Pedro Sánchez le ha hecho un flaco favor a la democracia, teniendo al país en vilo cinco días, convidado de piedra a un psicodrama que se resolvió en un “gag” de comedia. Para este viaje a ninguna parte, o para acabar en el mismo sitio, no hacía falta meter a toda la ciudadanía en las alforjas del presidente, que se ha movido, en tan corto espacio de tiempo, del monólogo de Gila a la reiteración de Felipito Tacatún. Del “alguien ha matado a alguien” al “yo sigo”.

No nos equivocamos quienes creíamos que el líder plenipotenciario de los socialistas -que hoy lo es más aún, después de la reciente adhesión incondicional del coro de plañideras- se quedaba. Que la suya era una operación de marketing que tendrá consecuencias políticas y que en lugar de bajar el tamaño del suflé de la crispación, tensará aún más la cuerda entre los tirios y los troyanos. ¿Alguien podría creer, en su sano juicio, que el ladino personaje se iba a marchar, dejando la legislatura en enaguas y el gobierno en manos de una grupi? Va a tener razón una amiga psicóloga que asegura que la personalidad de Sánchez aúna lo que los expertos definen como “la triada oscura”: narcisismo, maquiavelismo y psicopatía.

El reflexivo a tiempo parcial impone a la ciudadanía una “reflexión colectiva”, sin un atisbo de autocrítica. Ni él ni su partido, ni los que le sujetan los palos del sombrajo son culpables del ánimo crispado irrespirable de la política española. El mal está fuera; dentro, la arcadia feliz, acosada por fieras.

Lo que más preocupa del discurso rampante del presidente es lo de que lo que viene es un “punto y aparte”. Ya se pueden imaginar en qué consistirá el plan de regeneración democrática que anuncia Sánchez: a por los jueces que no pasen por el aro y a por periodistas díscolos. Responsables, a su juicio, con el aplauso de la derecha y la ultraderecha, de la “perversión democrática”, de los “bulos deliberados”, de las “prácticas tóxicas” y de la “agenda regresiva”. Que se preparen juntaletras y togados, que se avecinan curvas.

A estas alturas, del malévolo Sánchez uno no se cree nada. Ha apelado Pedro tantas veces interesadamente y en falso a la llegada del lobo que si está vez se ha aproximado una manada cierta a las puertas de Moncloa a llevarse a su señora esposa en las fauces, el cuento solo se lo han tragado los suyos, a los que ha sometido a un estrés emocional sin precedentes, tal que no los llegaba la camisa al cuello. Y aún así le sacan en andas.

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