Opinión

Perreríes, disparates

Anochecer, mayo, jueves 2. Un mastín se abalanza sobre un niño de cinco años que está sentado en las escaleras de su casa, lo muerde, lo arrastra, y, con dificultad, los padres logran arrancarlo de sus fauces. Consecuencias: dos días en el HUCA, 48 puntos, heridas en la cara y en la encía; más, supongo, el terror que el niño pasó y albergará durante mucho tiempo. El mastín, por lo visto, anda frecuentemente suelto, suele atacar a la gente y sus propietarios son de relación difícil, según el padre de la víctima.

Por solo citar otro acontecimiento reciente. Asturies, Xixón, dos perros de raza peligrosa, sueltos y en la vía pública, atacan a una corredora. Esos mismos canes había atacado días antes a tres personas, a las que causaron diversas heridas. Pese a ello, seguían sueltos.

Los sucesos podrían multiplicarse. Lo común en estos casos es que personas de reducida civilidad tengan una cierta inclinación a perros agresivos y, al mismo tiempo, desprecien las normas legales de custodia y sujeción.

Al margen de esa particular estructura anímica y vivencial individual, opera una moda que viene a dar una cierta cobertura: esa especie de sacralidad que una gran parte de la sociedad ha atribuido a los animales y, en particular, a los perros, sacralidad que viene a servirles de justificación para dar "libertad" a sus animales.

La "Ley trans" proporciona todos los días un escándalo: gente que se declara mujer para tener distinto trato en prisión o en los procedimientos judiciales, guardiaciviles que cambian de sexo para tener ventajas en el servicio o en el escalafón, deportistas transmutados que ganan competiciones, etc. Y, como siempre, la bocayada política: Gimena Llamedo, Vicepresidenta del Gobiernu: "No estamos dispuestos a que cualquier recoveco de la Ley dé beneficios".

No, señora, la Ley no tiene recovecos, la Ley es bazofia legislativa, como la "Ley Sisí" y otros disparates suyos. Corríjanla.

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